lunes, 10 de marzo de 2014

El Padre Nuestro se vive en la Santa Misa

         Jesús enseña a sus discípulos a rezar el Padre Nuestro (Mt 6, 7-15), pero esta oración, que caracteriza a los cristianos, tiene la particularidad de que se “vive” y actualiza en la Santa Misa. Veamos cómo y porqué.
“Padre Nuestro que estás en el cielo”: en el Padre Nuestro recordamos a Dios Padre que está en el cielo, pero en la Santa Misa, la Santísima Trinidad en pleno se hace presente: Dios Padre envía a su Hijo a la Eucaristía para que éste done a Dios Espíritu Santo a quien lo reciba en la comunión eucarística con fe y con amor.
“Santificado sea tu Nombre”: en el Padre Nuestro pedimos que sea santificado el Nombre de Dios; en la Santa Misa, los nueve coros angélicos, junto a los santos de la Iglesia Triunfante, en unión con los miembros de la Iglesia que se congregan alrededor del altar eucarístico, entonan el “Triple Sanctus” al Cordero de Dios que se inmola en la cruz de altar por la salvación de los hombres.
         “Venga a nosotros tu Reino”: en el Padre Nuestro pedimos que vengo el Reino de Dios a los hombres; en la Santa Misa, ese pedido ya se hace realidad, porque el Reino de Dios es la gracia santificante en los corazones de los hombres, y por la Santa Misa viene a los hombres la Gracia Increada, Cristo Jesús, Fuente de toda gracia.
         “Hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo”: la voluntad de Dios es que todos los hombres nos salvemos por medio de la participación al sacrificio en cruz de su Hijo Jesús, y en la Misa, el sacrificio en cruz se actualiza por medio del sacramento, de modo que todos los que participan en la Santa Misa pueden actualizar en sus vidas la Voluntad de Dios, uniéndose, por la Santa Misa, al sacrificio redentor de Cristo en la Santa Cruz.
         “Danos hoy nuestro pan de cada día”: en el Padre Nuestro pedimos el pan de cada día, el pan material, para que no nos falte el sustento diario; en la Santa Misa, más importante que el pan material, Dios Padre nos da el Pan de Vida eterna, la Eucaristía, que nos alimenta con la Substancia divina, el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo.
          "Perdona nuestras ofensas": en el Padre Nuestro pedimos a Dios que perdone nuestras ofensas; la Santa Misa es la garantía de que hemos sido escuchados en nuestra petición y de que hemos recibido de Dios el perdón divino, y la señal de que Dios nos perdona las ofensas que le hacemos es la Eucaristía, porque la Eucaristía es su Hijo Jesús, muerto y resucitado, porque en la Eucaristía, a nuestro pecado de deicidio, responde, Dios Padre con el don de sus entrañas misericordiosas, su Hijo Jesús, que es el Amor Misericordioso.
        "Como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden": en el Padre Nuestro le prometemos a Dios Padre que vamos a perdonar a quienes nos ofendan, pero es solo en virtud de la Sangre de Jesús derramada en cáliz del altar, que bebemos en la Santa Misa, que adquirimos fortaleza para perdonar a nuestros enemigos. El perdón del cristiano no se basa en otro motivo que no sea en el Amor y en el perdón recibido de Cristo en la cruz, renovado en cada Santa Misa. Porque el cristiano es perdonado por Jesús desde la cruz con un perdón y con un amor infinitos, y porque es perdón y ese amor se renuevan y actualizan cada vez en la Santa Misa y se recibe en la comunión del Cuerpo y la Sangre de Cristo, es que el cristiano no tiene derecho ni justificativos para no perdonar a su prójimo, sea cual sea la ofensa recibida.
         “No nos dejes caer en la tentación”: en el Padre Nuestro pedimos a Dios que no nos deje caer en la tentación; en la Santa Misa, recibimos la Eucaristía, que nos alimenta con el Amor del Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, y así, el que ama no peca, porque el Amor de Dios es el escudo más poderoso contra la tentación.
         “Y líbranos del mal”: en el Padre Nuestro pedimos a Dios Padre que nos libre del mal; en la Santa Misa vemos, con los ojos de la fe, cómo Jesús triunfa en la cruz del altar y obtiene, para nosotros, la victoria sobre el demonio, derrotándolo para siempre, venciéndolo con su Sangre y humillándolo con su corona de espinas y con sus clavos, librándonos con su cruz para siempre de su maligna presencia.
         “Amén”: el Padre Nuestro finaliza con el “Amén”, como expresión de deseo de que “así es” lo que pedimos a Dios en el Padre Nuestro, es decir, principalmente, de que su Nombre sea santificado y glorificado; en la Santa Misa, los integrantes de la Iglesia Militante, junto a los de la Iglesia Purgante y a los de la Iglesia Triunfante, entonamos el triple “Amén”, que resuena en los cielos por la eternidad, con el cual santificamos y glorificamos el Nombre Santísimo de Dios Uno y Trino y del Cordero, en el tiempo y por los siglos sin fin.

         Por todo esto, el Padre Nuestro se “vive” y actualiza en la Santa Misa.

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