“No
he venido a abolir la Ley, sino a dar cumplimiento” (Mt 5, 17-19). Lo que nos quiere decir Jesús es que no basta con un
cumplimiento meramente exterior de la Ley de Dios; no basta con decir: “cumplo
con los Mandamientos”, sino que se debe cumplirlos con el corazón,
interiormente y en verdad. Jesús ha venido a traernos la gracia santificante,
para que podamos cumplir con la Ley Nueva, en “espíritu y en verdad”, y no
meramente de modo exterior y superficial. De nada vale cumplir un mandamiento
divino, observándolo exteriormente, si en el alma, en el corazón del hombre,
hay otra cosa totalmente opuesta. De nada vale el ayuno de un viernes, por
ejemplo, si se guarda rencor hacia un prójimo. Es la gracia santificante la que
nos permite el verdadero cumplimiento de la Ley, el cumplimiento “en espíritu y
en verdad”, porque nos une al Espíritu de Dios y así nos sustrae del peligroso
engaño del fariseísmo, verdadero cáncer de la religión, que se conforma con un
cumplimiento meramente extrínseco de los preceptos religiosos.
“No
he venido a abolir la Ley, sino a dar cumplimiento”. Como cristianos, debemos
siempre, permanentemente, pedir la asistencia del Espíritu Santo, para no caer
en el fariseísmo, que es el principal enemigo de nuestra propia salvación.
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