“Si
el Hijo los libera, serán realmente libres” (Jn 8 31, 42). Los judíos piensan que por ser descendientes de
Abraham y por no ser esclavos materiales de nadie, son libres. Sin embargo,
Jesús les advierte que son esclavos del pecado y del error, porque no lo
conocen ni a Él ni al Padre y que sólo conociéndolo a Él y al Padre, serán
verdaderamente libres, porque Él es la Verdad y la Sabiduría encarnadas, que
hace verdaderamente libres al hombre. Jesús les hace ver que son esclavos espirituales
del pecado[1] y
que mientras no lo conozcan a Él, que es la Sabiduría encarnada, no serán
verdaderamente libres, porque Él es la Sabiduría del Padre, el Único que da la
verdadera libertad al hombre.
La
tentación de los judíos, de querer ser libres prescindiendo de Cristo y de su
Verdad revelada, es la tentación del mundo moderno y también la de muchos en la
Iglesia. Muchos en la Iglesia pretenden que lo que libera al hombre no es
Cristo, sino sistemas ideológicos y filosóficos materialistas, como el
liberalismo o el comunismo, y es así que estos tales ponen en el centro de la
salvación al hombre mismo y no a Cristo; como para estos el que salva no es
Cristo sino la ideología, el error, el centro de la salvación será la ideología y por
eso el hincapié en la pobreza y así muchos piensan que lo que libera al hombre,
lo que lo salva y lo hace libre es la ideología de la pobreza y por este motivo es que para muchos el pobre está
en el centro del Evangelio -principalmente, la Teología de la Liberación,
lo cual es un grave error-. Sin embargo, la misión central y
principal -y exclusiva- de la Iglesia es anunciar a Cristo vivo, resucitado y glorioso en la
Eucaristía y que todo hombre debe salvar su alma y evitar la condenación en el
infierno. No es misión de la Iglesia terminar con la pobreza en el mundo, ni tampoco es su misión terminar con el hambre en el mundo; estas son obras de caridad y de misericordia, necesarias absolutamente para sus miembros para entrar en el Reino de los cielos, pero no es su misión central.
“Si
el Hijo los libera, serán realmente libres”. Solo Cristo, el Verbo de Dios encarnado,
el Hijo de Dios hecho hombre sin dejar de ser Dios, Presente en la Eucaristía, salva,
no salva la ideología de la pobreza.
[1] Cfr. B. Orchard et al., Comentarios
al Nuevo Testamento, Tomo III, Editorial Herder, Barcelona 1953, 728.
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