“Cuando sea levantado en
alto el Hijo del hombre entonces sabrán que Yo Soy” (Jn 8, 21-30). Los fariseos le preguntan a Jesús quién es, y Jesús
les responde de modo profético, anticipándoles de qué manera obtendrán la
respuesta: cuando Él sea crucificado –“cuando sea levantado en alto el Hijo del
hombre”-, en ese momento, todos sabrán que Él es Dios –“entonces sabrán que Yo
Soy”-. Jesús les dice que cuando Él sea crucificado, todos lo mirarán, y en ese
momento, algo sucederá, que todos adquirirán un conocimiento nuevo,
sobrenatural, por medio del cual todos sabrán que Aquel al que crucificaron no
era el que creían que era, un impostor, sino El que Es, Yahveh, el Dios
Único al que los hebreos conocían por su Nombre: el “Yo Soy”, y por eso Jesús
les dice: “sabrán que “Yo Soy”. Cuando Jesús sea levantado en alto, efundirá su
Espíritu Santo con el Agua y la
Sangre que brotarán de su Corazón traspasado y el Espíritu
Santo dará un nuevo conocimiento, sobrenatural, celestial, que hará conocer, a
quienes contemplen a Cristo crucificado, que Cristo en la cruz es Dios en
Persona y no un simple hombre. Es lo que le sucede a Longinos, el centurión
romano que traspasa el Corazón de Jesús con la lanza y que al caer sobre él el
Agua y la Sangre ,
exclama: “Verdaderamente éste era el Hijo de Dios” (Mt 27, 54).
“Cuando sea levantado en
alto el Hijo del hombre entonces sabrán que Yo Soy”. El Santo Sacrificio de la
cruz se renueva en la Santa Misa ,
por lo tanto, también Cristo efunde su Espíritu a quien lo contempla en la Eucaristía para que, quien
lo contemple en la ostentación eucarística, diga: “Verdaderamente, éste es el
Hijo de Dios”.
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