domingo, 27 de abril de 2014

“Yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo”


“Yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28, 20). Luego de resucitar y de dejar el mandato misionero, Jesús ascenderá al cielo, y sus discípulos ya no lo verán más sensiblemente, pero el hecho de que ya no lo vean más sensiblemente, no significa, de ninguna manera, que los dejará sin su Presencia y sin su protección. Jesús les promete que permanecerá con ellos todos los días, hasta el fin de los tiempos: “Yo estaré con vosotros todos los días, hasta el fin de los tiempos”. La ausencia sensible de Jesús se verá compensada por un modo de Presencia nueva y desconocida hasta entonces por el hombre, la Presencia sacramental, porque la promesa de quedarse en medio de los suyos ya ha empezado a cumplirla antes de formularla, desde la Última Cena, desde la consagración de la Eucaristía por primera vez en el Cenáculo en Jerusalén, con la institución de la Eucaristía y lo continúa haciendo toda vez que se celebra la Santa Misa y se consagra la Eucaristía, y lo continuará haciendo hasta el fin de los tiempos, mientras haya un sacerdote ministerial varón, válidamente ordenado que, en comunión con Roma y con la intención de hacer lo que la Iglesia quiere hacer, celebre la Santa Misa.

“Yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo”. La promesa de Jesús de permanecer con sus discípulos, en medio de su Iglesia, todos los días, hasta el fin del mundo, se cumple toda vez que un sacerdote ministerial, varón, celebra la Santa Misa y consagra la Eucaristía, pronunciando las palabras de la consagración: “Esto es mi Cuerpo… Esta es mi Sangre…”.

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