jueves, 25 de abril de 2019

Viernes de la Octava de Pascua


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(Ciclo C – 2019)

“¡Es el Señor!” (Jn 21,1-14). Jesús resucitado se aparece a Pedro, Juan y los otros discípulos, que están pescando. Jesús se aparece en la orilla del mar, a unos cien metros de distancia y realiza lo que podemos llamar la segunda pesca milagrosa, pues no habían pescado nada, pero cuando Jesús les dice que “echen las redes”, estas se llenan de peces. Cuando ven el milagro, quien primero lo reconoce es Juan Evangelista, quien exclama: “¡Es el Señor!”. Una vez que Juan lo reconoce, Pedro también lo reconoce, por lo que se lanza al agua para alcanzar la orilla en donde está Jesús. Luego lo siguen los demás discípulos. Llama la atención que quien reconozca a Jesús sea Juan y no Pedro; la razón puede estar en el amor, ya que Juan es caracterizado por ser el discípulo a quien Jesús más amaba. Quien más ama, más conoce y más quiere conocer al amado, de ahí la familiaridad de Juan con Jesús. Jesús ama a Juan con amor de predilección y Juan responde a este amor y es esta la razón por la cual reconoce a Jesús.
         “¡Es el Señor!”, exclama Juan, al ver a Jesús resucitado y se lanza en pos de Él. A nosotros no se nos aparece a la orilla del mar, pero sí se nos aparece oculto en apariencia de pan, en la Eucaristía y desde allí nos irradia el Amor de su Sagrado Corazón Eucarístico. Por esta razón, todo cristiano, al contemplar la Eucaristía, debería exclamar, junto con Juan Evangelista: “¡Es el Señor!” e ir en pos de Él.

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