jueves, 10 de enero de 2013

Señor, si quieres puedes purificarme



“Señor, si quieres puedes purificarme” (Lc 3, 15-16. 21-22). Un leproso implora a Jesús el ser curado de su lepra y Jesús le concede lo que pide. La lepra, en la Antigüedad, era una enfermedad muy temida, por sus efectos devastadores sobre el cuerpo primero –provoca severas mutilaciones en su forma lepromatosa- y sobre la persona después –la afecta en todo orden, psicológico, espiritual, físico, social-. Al no existir ningún tipo de cura, el tratamiento se limitaba a aislar al enfermo (cfr. Lev 13-45), expulsándolo de los lugares poblados, y obligándolo a llevar un cencerro, para anunciar su presencia y así ayudar a los demás a evitar su contagio.
Siendo como es, una enfermedad infecciosa que se contagia fácilmente cuando el paciente no está tratado, la lepra fue desde la Antigüedad considerada como una figura del pecado, figuración que continúa en el cristianismo, para el cual el pecado es al alma lo que la lepra es al cuerpo. Para quienes sostienen que el pecado no tiene incidencias de ningún tipo, o para quienes viven en estado de pecado habitual, sin experimentar ningún tipo de dolores o lesiones corporales, con lo cual piensan que el pecado no produce daño de ningún tipo, les convendría detenerse a observar las lesiones que provoca la lepra, para darse una idea del daño que provoca el pecado al alma, aun cuando no se sienta nada física o sensiblemente (aun en esto se parece a la lepra, puesto que la lepra provoca lesiones indoloras, al destruir el bacilo –Mycobacterium leprae- las terminales sensitivas de los nervios periféricos). Pero sobre todo, le convendría leer las visiones de Santa Brígida de Suecia, en la que Nuestro Señor Jesucristo le permite ver varias almas condenadas, en cuyas descripciones se puede apreciar con claridad el daño que produce el pecado en el alma.
Todavía más, en las visiones de Santa Brígida, sorprende la severidad del castigo que reciben no las almas condenadas, sino las que se encuentran en las regiones más bajas del Purgatorio: “…fluyendo con fuego ardiente a través de los orificios de la nariz… Con la boca abierta y la lengua sacada, colgando de los labios... Ambas manos parecen sostener y apretar alguna sustancia putrefacta, pegajosa con brea ardiente... Y saliendo de las manos algo parecido al desecho de una úlcera con la sangre podrida y con hedor tan horrible que no se puede comparar al peor hedor en este mundo” (4.7).
Esta es una descripción de un alma en el Purgatorio; en el infierno, las penas son aún más terribles, con el agravante de que el dolor y el castigo no finalizan nunca. Si a alguien le parece que las descripciones de Santa Brígida son el producto de una imaginación hiperactiva o peor, “superstición medieval”, hay que tener en cuenta el alto grado de autenticidad y autoridad atribuida a las Revelaciones por muchos teólogos y eclesiásticos de alto rango, incluyendo varios papas y obispos de la Iglesia[1].
La lepra, entonces, es figura del pecado, y sus consecuencias sobre el cuerpo dan una idea del daño que el pecado obra sobre el alma, daño que es imposible de quitar sin el auxilio de Cristo.
Precisamente, en contrapartida a las lesiones provocadas por el pecado, la gracia santificante -principalmente la concedida en el sacramento de la confesión-, actúa como maravillosa medicina que hace desaparecer todo resquicio de enfermedad o daño espiritual.
“Señor, si quieres puedes purificarme”. Si el leproso del Evangelio recibe un gran milagro de parte de Jesús, al curarle una enfermedad grave, destructiva e incurable, infinitamente mayor es la curación espiritual que supone la acción de la gracia santificante comunicada en el sacramento de la Reconciliación, por medio del cual Cristo Sacerdote, obrando a través del sacerdote ministerial, quita del alma la lepra espiritual, el pecado, devolviendo no sólo la salud del alma, sino convirtiendo al alma en morada de la Santísima Trinidad.


[1]http://archive.org/stream/RevelationsOfSaintBridget/RevelacionesDeSantaBrgidaYLaIglesiaespanol_djvu.txt

No hay comentarios:

Publicar un comentario