“Cállate
y sal de este hombre” (Mc 1, 21-28). Jesús
expulsa a un demonio con el solo poder de su Querer. El episodio revela la
existencia de los ángeles caídos, a pesar de que la interpretación racionalista
y progresista de un cierto sector de la Iglesia se empecine en negar su
existencia.
El
Evangelio nos demuestra que los demonios no sólo existen, sino que buscan
poseer al hombre, como forma de descargar su odio angélico contra Dios. La posesión
demoníaca es la forma más extrema de dominio que ejerce el demonio sobre el
hombre, y va desde grados más leves, hasta lo que se denomina la “posesión
perfecta”, en donde domina incluso hasta la voluntad del hombre, con lo cual el
exorcismo es inútil. El objetivo que persigue el demonio con la posesión es
arrastrar, literalmente, al hombre, al infierno, para poder descargar su furia
homicida en quien es imagen de Dios.
Sin
embargo, la posesión corpórea, tal como la describe el pasaje del Evangelio, es
rara y poco frecuente, pero eso no quiere decir que el demonio haya desistido
en su tarea de dominar y conducir a los
hombres a la perdición eterna. Todo lo contrario, la actividad de las oscuras
fuerzas del infierno crece exponencialmente día a día, ejerciendo un dominio
mucho más sutil pero más efectivo que la posesión demoníaca, a través de la “satanización”
de la cultura.
Se
puede considerar que una cultura determinada –de un pueblo, de una nación, o
incluso de una civilización entera- está “satanizada”, cuando esa cultura asume
acríticamente los principios del satanismo, y los aplica en todos los niveles
de producción cultural. Se puede tener una idea de la dimensión y grado de
satanización de la cultura, cuando se advierte que el primer mandamiento de la
Iglesia satánica –creada por Anton Szandor La Vey el 30 de abril de 1966- es “Haz
lo que quieras”, y que los principios guías del satanismo consisten esencialmente
en exaltar las pasiones carnales del hombre. La aplicación de estos dos
parámetros a nuestra civilización, permite darse una idea de por qué no se ven
tantos casos de posesión física: la razón es que la casi totalidad de la
producción cultural de la civilización moderna, ha asumido el mandamiento de la
Iglesia de Satanás y los principios del satanismo, motivo por el cual al
demonio no le es necesaria la posesión para lograr sus fines inmediato, la
iniciación luciferina planetaria, y mediato, la condenación eterna de la mayor
cantidad posible de almas.
Por
lo tanto, lejos de no existir, como lo postula la teología progresista, el
demonio está más activo que nunca, pero esa actividad se paraliza y reduce a
cero cuando una cultura, un alma, un corazón, tienen por Rey a Cristo
crucificado, muerto y resucitado, Vencedor Invicto del pecado, de la muerte y
del infierno.
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