“Pensaron
que era un fantasma” (Mc 6, 45-52).
Los discípulos se encuentran en la barca, con viento en contra, “remando
penosamente”, por lo que Jesús, que se encuentra en tierra firme, se acerca a
ellos caminando sobre el mar. Al verlo, los discípulos “comienzan a gritar
pensando que era un fantasma”. Los discípulos se calman cuando Jesús sube a la
barca y les dice: “No teman, Soy yo”.
El
episodio es revelador de la situación de muchos cristianos en la Iglesia: la
barca representa a la Iglesia, que sin Cristo en ella, “rema penosamente” en el
mar encrespado, símbolo del mundo y de las tenebrosas fuerzas del infierno, que
buscan hundirla; los discípulos en la barca, remando con mucho esfuerzo pero
sin avanzar, son los cristianos que creen que en la Iglesia son ellos y no
Cristo quien gobierna; representan a aquellos cristianos que creen que con sus
solas fuerzas humanas, y por sus trabajos, serán capaces de conquistar el
mundo, olvidando las palabras de Jesús: “Sin Mí nada podéis hacer”. Pero lo más
sorprendente del episodio es la reacción de los discípulos ante la vista de
Jesús que viene hacia ellos caminando sobre las aguas: al verlo, “comienzan a
gritar”, porque “pensaron que era un fantasma”. Sorprende esta reacción, porque
demuestra, por parte de los discípulos, un desconocimiento acerca de Jesús, lo
cual no se justifica, porque formaban del grupo selecto que lo acompañaba todo
el día en su misión, y por lo tanto eran testigos de su poder divino,
manifestado en sus milagros de todo tipo y en su capacidad de expulsar demonios
con el solo mandato de su voz.
Este
desconocimiento de Cristo –lo confunden con un fantasma, siendo Él el
Hombre-Dios-, se deriva de la presunción, nacida a su vez del orgullo, de
pensar que en la Iglesia todo depende del esfuerzo humano, prescindiendo de
Cristo y de su gracia. La confianza necia en las propias fuerzas, lleva al
activismo –representado en el “remar penosamente”, esto es, sin avanzar-, al
tiempo que elabora una imagen distorsionada de Dios, y cuando este se
manifiesta con su poder y con su obrar milagroso, se lo desconoce, tal como les
sucede a los discípulos, que confunden al Cristo real con un fantasma.
“Pensaron
que era un fantasma”. Muchos en la Iglesia, repiten la actitud de los
discípulos en la barca, y viven como si Cristo fuera un fantasma, como si su
Presencia eucarística fuera un mero recordatorio, y esto se debe a una crisis
de fe, la mayoría de las veces, culpable; muchos en la Iglesia creen no en Cristo, Hombre-Dios, Presente en
Persona, con su Cuerpo resucitado, en la Eucaristía, sino en un Cristo
fantasmagórico, al cual, por ser precisamente un fantasma, no hay que rendirle
homenaje, ni cumplir sus mandamientos, y mucho menos perder el tiempo
asistiendo a la misa dominical. Para muchos, el Cristo eucarístico es un
fantasma, un ser irreal, un personaje de fábula mitológica, cuyo mensaje ha perdido toda vigencia, si alguna vez la tuvo. Pero Cristo no es un fantasma: es Dios Hijo en Persona y está en la Barca
de Pedro que es la Iglesia, y está en la Eucaristía, y desde allí
nos dice: “Soy Yo, no teman. Crean en Mí. Me he quedado en Prisionero de Amor
en el sagrario no solo para calmar las tempestades y tormentas de esta vida,
que pasa y termina pronto, sino para llevarlos a la vida eterna, al Reino de
los cielos, a la feliz bienaventuranza”.
Amén es verdad seamos cristianos crecientes x conbipcion
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