“La
Verdad os hará libres” (Jn 8, 31-42).
En su enfrentamiento con los judíos –con aquellos que no creen, porque hay otros
que sí creen-, Jesús, se auto-revela como la Verdad de Dios que libera: “La
Verdad os hará libres”. Ahora bien, para ser liberados por Jesús, es necesario
tomar la Cruz de cada día y seguirlo, pero también es necesario reconocerlo
como al Hijo de Dios que posee la Verdad absoluta de Dios.
Para
ser liberados por Jesús, es necesario reconocerse primero como pecadores, como
esclavos del pecado y de la concupiscencia de la vida, además del demonio y de
la carne.
Cristo
con su gracia rompe definitivamente los lazos que esclavizan al hombre –concupiscencia,
pecado, demonio, mundo- porque la fuerza vital contenida en la gracia santificante
destruye de raíz los lazos del pecado, por fuertes que estos sean, al
introducir en el alma la participación a la Vida divina. El hombre liberado por
la Verdad y la gracia de Cristo se vuelve espiritual (Gal 5, 16) y no peca (1 Jn
3, 6.9). El hombre carnal, por el contrario, es esclavo del pecado, porque no
es capaz de seguir su voluntad libre -y mucho menos la de Dios-, sino que es dominado por la pasión (Rom 7, 23).
“La
Verdad os hará libres”. Hoy la humanidad se encuentra esclavizada y atrapada
por múltiples lazos, por múltiples errores, que la sumergen en la más profunda
tiniebla espiritual: materialismo, hedonismo, agnosticismo, cientificismo,
paganismo gnóstico, ateísmo. Pero lo más grave no es sólo que la humanidad esté
esclavizada por estos ídolos, sino que alaba y ensalza a sus captores,
levantando en triunfo las banderas del mal, del pecado, del error y de la
ignorancia. El mundo está esclavo y no se da cuenta que lo está, y esta
ignorancia de su estado hace que cada vez más se introduzca en las tinieblas
del espíritu, con el peligro de que llegará un momento en el que ya no habrá retorno
posible porque, de seguir la tendencia anti-cristiana actual, todo el mundo formará parte del Reino de las tinieblas.
Por
eso el cristiano, reconociendo en Cristo al Liberador, tiene que exclamar,
todos los días, todo el día, desde que se levanta hasta que se acuesta, a
Cristo en la Cruz y en la Eucaristía: “¡Ven, Señor Jesús, ven, y libéranos con
tu Verdad y tu gracia!”.
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