“Amar
a Dios por sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo” (Mc 12, 28-34). Puesto que la formulación
del primer mandamiento de la Ley Nueva de Jesús es exactamente la misma que la conocida
por los judíos, muchos se preguntan cuál es la “novedad” traída por Jesús,
porque si la formulación es la misma, entonces no hay nada “nuevo” en la “Buena
Noticia” de Jesús. Y si no hay nada nuevo, entonces el cristianismo no es otra
cosa que una secta del judaísmo. Entre los objetores contra este mandamiento y
su novedad se encuentra Sigmund Freud, quien sostenía además que era un mandamiento
artificial porque no puede obligarse al hombre a amar, ni a Dios ni al prójimo
y mucho menos al enemigo, como lo postula el cristianismo.
Sin
embargo, hay que decir que estas objeciones son falsas y carentes de
fundamentos, porque si bien es cierto que la formulación es similar tanto en la
Antigua y en la Nueva Ley, el mandamiento dado por Jesús es verdaderamente
nuevo y es tan nuevo, que puede decirse incluso que es distinto, porque se trata
de algo nunca antes visto entre los hombres.
¿En
qué consiste la novedad del mandamiento de Jesús? La novedad radica en que Jesús
manda amar “a Dios y al prójimo” de una nueva manera: se manda amar a Dios, que
ya no es solamente Uno, sino Uno y Trino, y se manda amar a todo prójimo,
incluido el enemigo, y no solamente al que pertenece a la misma raza o
religión, como pensaban los judíos. Sin embargo, la novedad verdaderamente nueva,
valga la redundancia, es el Amor de la Cruz: antes de Cristo el amor a Dios no
pasaba por la cruz; después de Cristo, si no se ama a Dios crucificado, no se
lo ama en absoluto, y sólo el amor a Dios que pasa la prueba de la cruz, puede
decirse que es verdadero y auténtico amor. El Amor de la Cruz es lo que hace a
este mandamiento radicalmente nuevo, porque en la Cruz se ama a Dios y al
prójimo con una intensidad y una cualidad substancialmente nuevas, la
intensidad y la cualidad del Amor del Hombre-Dios, que se efunde junto con la
Sangre de su Corazón traspasado.
Por
último, con respecto a la objeción de Freud, acerca de que Dios no puede
ordenar el amor, hay que decir que Dios sí puede ordenar amar al hombre, porque
el hombre fue creado por Él a su imagen y semejanza, y debido a que “Dios es
Amor”, la imagen suya, el hombre, está llamada también a ser Amor en la unión
con Él por la fe y por la comunión de su Cuerpo glorioso y sacramentado. No hay
nada más natural al hombre, imagen viviente del Dios del Amor, que hacer un
acto de amor; por el contrario, la negación del Amor es lo que más violenta a
la naturaleza humana y en consecuencia es lo que más infelicidad le produce, al
ser una tendencia anti-natural.
“Amar
a Dios por sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo”. El mandamiento
de la Ley Nueva, el mandamiento de la caridad, constituye la esencia de la
religión católica y el núcleo vital del cual se nutre su Iglesia. Quien no
cumpla este mandamiento, es decir, quien no ame a Dios y al prójimo con el Amor
de la Cruz, el Amor efundido con la Sangre del Corazón traspasado, vive
engañado en cuanto a la religión, porque su religión es una religión vacía y
farisaica. Quien desee cumplir y vivir el Primer Mandamiento, el mandamiento del
Amor, que abre las puertas del cielo, debe alimentarse con el Amor de Cristo
Dios, que se dona sin reservas en la Eucaristía.
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