(Ciclo C – 2013)
“Voy a celebrar la Pascua en tu casa” (Mt 26, 14-25). Los discípulos preguntan a Jesús acerca del lugar en
donde celebrarán la Pascua; Jesús responde diciéndoles que “vayan a la ciudad,
a la casa de tal persona”, y que le den el siguiente mensaje: “El Señor dice:
Se acerca mi hora; voy a celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos”. La
respuesta al pedido es positiva, porque inmediatamente el evangelista da cuenta
del éxito de la misión: “Ellos hicieron como Jesús les había ordenado y
prepararon la Pascua”.
¿Quién es el enigmático dueño de la casa en donde se llevó a
cabo el Cenáculo de la Última Cena? Aunque no existen datos en el Evangelio
sobre esta persona, sí se sabe que se trataba de una persona real, de carne y
hueso, que era el propietario de la casa del Cenáculo. Además, era un discípulo
fiel a Jesús; era alguien que conocía y amaba a Jesús, y acerca del cual Jesús
tenía una gran amistad y confianza, porque envía a los discípulos con el recado
con total confianza. Jesús sabe que su amigo no se negará a prestarle la casa
para celebrar la Pascua, a pesar de los múltiples peligros que supone alojar a
Jesús, comenzando por los judíos, que han multiplicado sus amenazas de muerte,
tanto a Jesús como a sus discípulos, como por ejemplo, a Lázaro. Los judíos
habían amenazado con matar a Jesús y quien estuviera en su compañía, sería
también considerado como objetivo de sus planes homicidas, pero Jesús sabe que
su amigo no se arredrará ante el peligro, y que el amor que tiene por Él es más
grande que el temor a los enemigos. Jesús confía en el dueño de casa, que es
también discípulo suyo, porque sabe que basta con que le exprese el deseo de “celebrar
la Pascua” en su casa para que esa persona le ceda inmediatamente el lugar para
la Última Cena.
Teniendo en cuenta que en el Evangelio el concepto de “casa”
se traslada y aplica al de “alma”, “persona”, “cuerpo”, haciéndolo equivalente –“el
cuerpo es templo del Espíritu”; “Estoy a la puerta y llamo, el que me abra
cenaré con él y él conmigo”-, podemos decir que Jesús hace este mismo pedido a
todo hombre: “Quiero celebrar la Pascua en tu alma, quiero celebrar la Pascua
contigo, quiero compartir contigo la Última Cena”.
Ahora bien, ¿qué quiere decir “celebrar la Pascua” con
Jesús?
“Celebrar
la Pascua” y la “Última Cena” con Jesús no es una experiencia, al menos
humanamente hablando, que pueda decirse “alegre”, al menos no como se entiende
entre los hombres, porque no se trata de una cena más entre amigos, en donde
todo es risas y despreocupación.
Jesús recuerda al discípulo, en el momento de pedirle la
casa, que “se acerca mi hora”, es decir, la hora en la que se dará cumplimiento
a las profecías mesiánicas como las de Isaías, en las que se retrata al “Siervo
sufriente de Yahvéh” como “triturado” a causa de las iniquidades de los
hombres; como “Varón de dolores”, como alguien que, a causa de la deformación
en el rostro que le han provocado los golpes, ante su vista “se da vuelta el
rostro”, por la compasión que despierta.
“Celebrar la Pascua” con Jesús quiere decir ver en Persona
al Hijo de Dios en un gesto de humildad jamás vista, que asombra a los ángeles
de Dios, porque significa ver al mismo Dios Creador arrodillarse como si fuera
un esclavo ante sus discípulos para lavarles los pies, haciendo una tarea
propia de esclavos y sirvientes. Con este gesto, Jesús nos enseña la
auto-humillación, la mansedumbre y la humildad, como virtudes a practicar para
crecer en su imitación.
“Celebrar la Pascua” con Jesús, es ser tratado por Él como “amigo”,
y no como “siervo”, y esto porque nos dona su Espíritu, que nos comunica los
admirables y misteriosos secretos acerca de Jesús y su sacrificio redentor,
secretos que sólo conoce el Padre y que nos los hace participar, porque ya no
nos considera siervos, sino amigos.
“Celebrar la Pascua” con Jesús significa también recibir de Él
el mandato de la caridad: “Amaos los unos a los otros, como Yo os he amado”,
mandato y virtud, la de la caridad, el amor sobrenatural a Dios y al prójimo,
que deben ser el sello distintivo de quien ama a Jesús.
Pero “celebrar la Pascua” con Jesús quiere decir
participar también de su “Hora”, la hora
de la Pasión, de la amargura, del dolor, de la traición, de la tristeza
infinita del Sagrado Corazón, al ver que muchísimas almas se perderán
irremediablemente porque no lo aceptarán como Salvador, haciendo vano su
sacrificio en Cruz.
“Celebrar la Pascua” con Jesús quiere decir ser testigos
directos de la traición de uno a quien Jesús llama “amigo”, que cena con Él,
pero que pacta con sus enemigos en la sombra y lo vende por treinta monedas de
plata, Judas Iscariote.
“Celebrar la Pascua” quiere decir ser testigos de la “hora
de las tinieblas”, hora en la cual el Príncipe de las tinieblas y Padre de la
mentira, el demonio, se infiltra en el corazón mismo de la Iglesia naciente, el
Cenáculo de la Última Cena, logrando conquistar el alma y poseer el cuerpo de
uno de sus sacerdotes, Judas Iscariote, para arrastrarlo consigo a lo más
profundo del infierno, como medio de venganza contra Jesús.
“Celebrar
la Pascua” quiere decir ser también testigo de la tristeza que experimenta
Jesús al ver la condenación de Judas, porque Jesús ama tanto a una persona sola
como a toda la humanidad, y así su Sagrado Corazón se ve desgarrado por el
dolor, al no ver correspondido su sacrificio en Cruz.
“Celebrar
la Pascua” con Jesús quiere decir entonces beber del cáliz de sus amarguras y
sentir sus mismas penas, y significa ser también partícipes de la redención del
mundo, convirtiéndonos en co-rredentores junto a Jesús y María, porque por las
penas y amarguras de la Pasión Jesús salvará a toda la humanidad, a todos
aquellos que deseen ser salvados y lo acepten como Salvador.
“Voy
a celebrar la Pascua en tu casa”. También a nosotros nos invita Jesús a
celebrar la Pascua con Él: “Quiero celebrar la Pascua en tu corazón, quiero que
tu corazón sea el Cenáculo de la Última Cena, para hacerte partícipe de mis
tristezas y de mis agonías, para que luego participes de mi gloria y de mi
alegría. Dame tu corazón y déjame entrar, para celebrar la Pascua contigo”.
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