lunes, 18 de enero de 2016

“A vino nuevo, odres nuevos”


“A vino nuevo, odres nuevos” (Mc 2, 18-22). ¿Por qué Jesús utiliza la figura del vino y del odre? Para entenderlo, hay que considerar que el odre, el recipiente de cuero que se utiliza para almacenar el vino, es figura del corazón humano: hasta tanto el Hijo del hombre no cumpla su misterio pascual de muerte y resurrección, el corazón del hombre –el odre- almacena el vino viejo –la Ley del Antiguo Testamento-, pero cuando Él cumpla su misterio pascual de muerte y resurrección, es decir, cuando muera en cruz y resucite, el corazón del hombre será renovado por la gracia santificante que Él concederá desde la cruz: así, el corazón humano es el odre nuevo, que se encuentra en grado de alojar el “vino nuevo”, es decir, su Sangre brotada de su Corazón traspasado, el Vino de la Alianza Nueva y Eterna.

“A vino nuevo, odres nuevos”. No se puede alojar el “Vino Nuevo”, la Sangre del Cordero, en un odre viejo, un corazón no purificado por la gracia santificante, un corazón apegado a las cosas bajas del mundo, un corazón dominado por las pasiones. El “Vino Nuevo”, la Sangre de Jesús brotada de su Corazón traspasado y derramada en el cáliz del altar eucarístico, debe ser recibida y alojada en un odre nuevo, en un corazón renovado por la gracia santificante, un corazón que no es del hombre viejo, apegado al pecado, sino del hombre nuevo, el hombre nacido a la vida de la gracia.

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