“A
vino nuevo, odres nuevos” (Mc 2,
18-22). ¿Por qué Jesús utiliza la figura del vino y del odre? Para entenderlo,
hay que considerar que el odre, el recipiente de cuero que se utiliza para
almacenar el vino, es figura del corazón humano: hasta tanto el Hijo del hombre
no cumpla su misterio pascual de muerte y resurrección, el corazón del hombre –el
odre- almacena el vino viejo –la Ley del Antiguo Testamento-, pero cuando Él
cumpla su misterio pascual de muerte y resurrección, es decir, cuando muera en
cruz y resucite, el corazón del hombre será renovado por la gracia santificante
que Él concederá desde la cruz: así, el corazón humano es el odre nuevo, que se
encuentra en grado de alojar el “vino nuevo”, es decir, su Sangre brotada de su
Corazón traspasado, el Vino de la Alianza Nueva y Eterna.
“A
vino nuevo, odres nuevos”. No se puede alojar el “Vino Nuevo”, la Sangre del
Cordero, en un odre viejo, un corazón no purificado por la gracia santificante,
un corazón apegado a las cosas bajas del mundo, un corazón dominado por las
pasiones. El “Vino Nuevo”, la Sangre de Jesús brotada de su Corazón traspasado
y derramada en el cáliz del altar eucarístico, debe ser recibida y alojada en
un odre nuevo, en un corazón renovado por la gracia santificante, un corazón
que no es del hombre viejo, apegado al pecado, sino del hombre nuevo, el hombre
nacido a la vida de la gracia.
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