viernes, 15 de enero de 2016

“Hijo, no tienen más vino”


(Domingo II - TO - Ciclo C – 2016)

         “Hijo, no tienen más vino” (Jn 2, 1-11). Jesús y María son invitados a unas bodas en Caná. En un determinado momento, la Virgen se percata de algo que les sucede a los esposos y que empañará la fiesta: se han quedado sin vino. La Virgen le avisa a Jesús, el cual, luego de una resistencia inicial, accede a obrar el primer milagro público, que es la conversión del agua de las tinajas, en vino de excelente calidad. El milagro de las Bodas de Caná es el primer milagro público de Jesús, es decir, es la primera manifestación pública de Jesucristo como Hombre-Dios, pero también es la primera manifestación de la Virgen como Medianera de todas las gracias. En efecto, cuando se medita acerca de cómo Jesús realiza el milagro, lo que podemos observar es que, en primera instancia, Jesús no tiene ninguna intención de hacer el milagro: cuando la Virgen se da cuenta de que los novios se han quedado sin vino y le avisa a Jesús, éste le dice: “¿Y a ti y a mí qué, Mujer?”, en un claro intento por desentenderse del asunto, porque “todavía no había llegado la Hora” establecida por el Padre para dar inicio a la manifestación del Mesías. Sin embargo, a renglón seguido, el Evangelio pone de manifiesto el poder intercesor de María Santísima, no solo ante su Hijo Jesús, sino ante la Trinidad misma, porque Jesús, luego de esta respuesta, y por mediación de su Madre, decide obrar el milagro de convertir el agua en vino. Esta intercesión de María demuestra que su nombre de “Omnipotencia Suplicante” le corresponde absolutamente, porque su Candor, su Pureza y su Plenitud de gracia, logran que Dios Padre adelante la Hora de la manifestación de su Hijo; logran que el Hijo realice un milagro que no estaba dispuesto a hacer, y logra que Dios Espíritu Santo se manifieste públicamente por anticipado, porque todo el milagro de la conversión del agua en vino exquisito, es por el gran Amor que Dios tiene a los esposos y a los invitados.
         Ahora bien, en el milagro de las Bodas de Caná, sucedido realmente, hay también varios significados sobrenaturales: las tinajas vacías simbolizan el corazón del hombre sin Dios, sin su amor, pero también simboliza al corazón que está libre de las afecciones mundanas y listo, por lo tanto, para recibir la gracia santificante; las tinajas llenas con agua, significan el corazón con la gracia de Dios, que llega por intercesión de María Santísima, que prepara al alma para recibir la Sangre de Jesús; las tinajas con vino exquisito, simbolizan al corazón del hombre colmado con la Sangre del Cordero, el Vino de la Alianza Nueva y Eterna.
Además, en este milagro también está representado y anticipado el milagro que sucede en la Santa Misa: el agua que se convierte en vino en las tinajas, simboliza y anticipa al vino que, por el poder del Espíritu Santo, se convierte en la Sangre del Cordero de Dios en el cáliz del altar eucarístico.
Entonces, estas son las enseñanzas que nos deja el milagro de las Bodas de Caná: primera manifestación pública de Jesucristo como Dios Encarnado; primera manifestación pública de la Virgen como Medianera de todas las gracias y condición de María como Omnipotencia Suplicante, lo cual nos anima sobremanera a confiar en el poder intercesor de María Santísima; la disposición del corazón, que debe estar vacío de afectos mundanos para así recibir la gracia santificante; el corazón en gracia, que se colma con la Sangre de Jesús, derramada en la cruz y vertida en el cáliz eucarístico; el vino de las ofrendas eucarísticas en la Santa Misa, que se convierte en la Sangre de Jesús, derramada en la cruz y vertida, misteriosa y sobrenaturalmente, en el cáliz del altar.

“Hijo, no tienen más vino”. Nuestros corazones son como las tinajas de barro, vacías del amor de Dios, vacías del amor al prójimo. Que por intercesión de María Santísima, nuestros corazones sean como las tinajas de barro de las bodas de Caná: primero, vacías de afectos mundanos; luego, colmadas de la gracia santificante; por último, plenas de la Sangre que brota del costado traspasado del Cordero de Dios, Cristo Jesús.

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