(Ciclo
C – 2015)
“Hemos venido a adorar al Rey” (Mt 2, 1-12). Los Reyes Magos acuden al Portal de Belén para adorar
al Niño Dios y para ofrecerle sus dones. Vienen de lejanos países y la señal
que los conduce hasta el Pesebre es una estrella que brilla en el cielo,
destacándose por encima del brillo de las demás estrellas. Una vez que llegan
al Pesebre, se postran ante el Niño y lo adoran, entregándole dones de gran
valor: oro, incienso y mirra. La adoración de los Magos, un hecho real y
verdaderamente acaecido en la historia, tiene un significado sobrenatural en la
figura de los Reyes Magos está representado el itinerario de conversión del
alma: el hecho de provenir de países lejanos y paganos, representa a las almas
que, aun habiendo recibido el bautismo sacramental que convierte al hombre en
hijos adoptivos de Dios, se comportan en sus vidas, sin embargo, como paganos,
y es por eso que los Reyes representan tanto a los paganos, como a los
cristianos neo-paganos; la estrella que los guía, es un fenómeno cósmico y por
lo tanto, real, que real y verdaderamente sucedió en la historia, tratándose de
una verdadera estrella que, aumentando prodigiosamente su brillo, condujo a los
Magos a su destino final, el Niño de Belén: esta estrella, real, representa a
la Estrella Luciente de la mañana, la Virgen, cuya presencia en la vida de una
persona, anuncia la pronta llegada del Sol de justicia, Jesucristo, que
inaugura el Nuevo Día del hijo de Dios, esto es, el inicio de la vida de la
gracia en el alma. Así, la estrella de Belén que guía a los Reyes Magos hasta
el Niño Dios, representa a la Virgen, que guía a las almas hasta su Hijo,
Jesucristo. Por último, los dones que ofrecen los Reyes Magos –oro, incienso y
mirra-, representan los dones que el alma ofrece a Jesucristo cuando se
convierte, es decir, cuando lo reconoce como lo que Es: Dios Hijo encarnado. De
esta manera, el oro representa la adoración, tributada a Jesucristo como el
Verbo del Padre humanado; la mirra, representa la adoración a la Humanidad de Jesucristo,
divinizada por su unión personal, hipostática, a la Segunda Persona de la
Trinidad, y el deseo de unirse, en cuerpo y alma, al sacrificio redentor Jesús;
el incienso, representa la oración de alabanza, de adoración, de acción de
gracias y de petición, que se tributan a Jesús en el Santo Sacrificio del
Altar, la Santa Misa. En los Reyes Magos, entonces, está representado el
itinerario espiritual del alma que, guiada por la Estrella de la mañana, la
Virgen María, adora a Dios, hecho Niño en el Pesebre y entregado con su Cuerpo,
Sangre, Alma y Divinidad en la Cruz y como Pan Vivo en el Altar Eucarístico.
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