miércoles, 6 de enero de 2016

Solemnidad de la Epifanía del Señor


(Ciclo C – 2015)


         “Hemos venido a adorar al Rey” (Mt 2, 1-12). Los Reyes Magos acuden al Portal de Belén para adorar al Niño Dios y para ofrecerle sus dones. Vienen de lejanos países y la señal que los conduce hasta el Pesebre es una estrella que brilla en el cielo, destacándose por encima del brillo de las demás estrellas. Una vez que llegan al Pesebre, se postran ante el Niño y lo adoran, entregándole dones de gran valor: oro, incienso y mirra. La adoración de los Magos, un hecho real y verdaderamente acaecido en la historia, tiene un significado sobrenatural en la figura de los Reyes Magos está representado el itinerario de conversión del alma: el hecho de provenir de países lejanos y paganos, representa a las almas que, aun habiendo recibido el bautismo sacramental que convierte al hombre en hijos adoptivos de Dios, se comportan en sus vidas, sin embargo, como paganos, y es por eso que los Reyes representan tanto a los paganos, como a los cristianos neo-paganos; la estrella que los guía, es un fenómeno cósmico y por lo tanto, real, que real y verdaderamente sucedió en la historia, tratándose de una verdadera estrella que, aumentando prodigiosamente su brillo, condujo a los Magos a su destino final, el Niño de Belén: esta estrella, real, representa a la Estrella Luciente de la mañana, la Virgen, cuya presencia en la vida de una persona, anuncia la pronta llegada del Sol de justicia, Jesucristo, que inaugura el Nuevo Día del hijo de Dios, esto es, el inicio de la vida de la gracia en el alma. Así, la estrella de Belén que guía a los Reyes Magos hasta el Niño Dios, representa a la Virgen, que guía a las almas hasta su Hijo, Jesucristo. Por último, los dones que ofrecen los Reyes Magos –oro, incienso y mirra-, representan los dones que el alma ofrece a Jesucristo cuando se convierte, es decir, cuando lo reconoce como lo que Es: Dios Hijo encarnado. De esta manera, el oro representa la adoración, tributada a Jesucristo como el Verbo del Padre humanado; la mirra, representa la adoración a la Humanidad de Jesucristo, divinizada por su unión personal, hipostática, a la Segunda Persona de la Trinidad, y el deseo de unirse, en cuerpo y alma, al sacrificio redentor Jesús; el incienso, representa la oración de alabanza, de adoración, de acción de gracias y de petición, que se tributan a Jesús en el Santo Sacrificio del Altar, la Santa Misa. En los Reyes Magos, entonces, está representado el itinerario espiritual del alma que, guiada por la Estrella de la mañana, la Virgen María, adora a Dios, hecho Niño en el Pesebre y entregado con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad en la Cruz y como Pan Vivo en el Altar Eucarístico.

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