“Amarás
a Dios con todo tu corazón y con todas tus fuerzas” (Mc 12, 28b-34). Preguntan a Jesús cuál es el “primero de los mandamientos”
y Jesús responde citando el primer mandamiento según como lo conocía el Pueblo
Elegido, a través de las Escrituras: “Escucha Israel (…) Amarás a Dios con todo
tu corazón y con todas tus fuerzas” (Dt
6, 4-9). Debido a que Jesús cita el Antiguo Testamento puede parecer, a primera
vista, que la nueva religión fundada por Jesús no se diferencia en nada de la
religión del Antiguo Testamento, con lo cual no habría novedad alguna de parte
de Jesús, al menos con respecto a los Mandamientos. La pregunta es, entonces,
si Jesús trae o no alguna novedad con respecto al Antiguo Testamento puesto que,
como decimos, a primera vista, el mandamiento parecer ser el mismo. La respuesta
es que sí, sí hay una novedad y es tal, que puede decirse que es casi como un
nuevo mandamiento. ¿En qué consiste esta novedad o diferencia, entre el mandato
del Antiguo Testamento y el Mandato de Jesús? La diferencia es que, en la
Antigua Alianza, se debía amar a Dios “con todo tu corazón y con todas tus
fuerzas”, lo cual quiere decir, literalmente, con el corazón y las fuerzas del
hombre, de la naturaleza humana. A partir de Cristo el cristiano debe amar a
Dios y al prójimo no ya con sus solas fuerzas humanas, sino con el Amor mismo
de Dios, infundido por Jesús con su Sangre que brota de su Corazón traspasado. Es
decir, si antes se mandaba “amar a Dios con todo el corazón y con todas las
fuerzas” -lo cual quería decir amarlo con las solas fuerzas de la naturaleza
humana-, ahora también hay que amar a Dios “con todo tu corazón y con todas tus
fuerzas”, pero con el corazón y las fuerzas impregnados por la gracia
santificante, lo cual significa amarlo con el Corazón, las fuerzas y el Amor
del Hombre-Dios Jesucristo. Y lo mismo sucede con el mandamiento del amor al
prójimo: si antes se lo amaba con las propias fuerzas humanas, ahora hay que
amarlo con el Amor de Cristo, que es Amor de la cruz, Amor que permite amar a
todo prójimo, comenzando por el enemigo, porque es el Amor del Sagrado Corazón
de Jesús. La novedad del mandamiento de Jesús es entonces el hecho de amar a
Dios y al prójimo con el Amor mismo del Sagrado Corazón de Jesús, el Espíritu
Santo, y no ya con el solo amor humano, natural, como sucedía en la Antigua
Alianza, y esto es una novedad radical, porque se trata del Amor substancial de
Dios, efundido por el Sagrado Corazón a través de su Sangre derramada en la
cruz. En otras palabras: el mandamiento sigue siendo “amar a Dios con todo tu
corazón y con todas tus fuerzas”, solo que ahora, a partir de Cristo y su
gracia, el “corazón” y las “fuerzas” del cristiano no son ya las suyas propias,
sino que el cristiano ama con el Corazón de Jesús, en el Corazón de Jesús, a
través del Corazón de Jesús, por el Corazón de Jesús, contenido en la
Eucaristía.
Adorado seas, Jesús, Cordero de Dios, Segunda Persona de la Santísima Trinidad, Dios oculto en el Santísimo Sacramento del altar. Adorado seas en la eternidad, en el seno de Dios Padre; adorado seas en el tiempo, en el seno de la Virgen Madre; adorado seas, en el tiempo de la Iglesia, en su seno, el altar Eucarístico. Adorado seas, Jesús, en el tiempo y en la eternidad.
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