“Allí
será el llanto y rechinar de dientes” (Mt
13, 47-53). En la descripción del Reino de los cielos que hace Jesús, incluye
siempre una velada alusión, más o menos indirecta e implícita, a otro reino, el
reino de las tinieblas, el cual tiene su sede en el Infierno. Es decir, aunque
no lo nombre explícitamente, Jesús revela la existencia de un siniestro reino,
en un todo opuesto al Reino de los cielos, coincidiendo con este únicamente en
que ambos duran por toda la eternidad.
En
este Evangelio, al describir al Reino de los cielos, Jesús revela cómo será el
Día del Juicio Final, Día en que ambos reinos, el Reino de Dios y el reino de
las tinieblas, iniciarán su manifestación visible y para toda la eternidad.
Aunque
muchos en la Iglesia niegan la existencia del Infierno, esta negación no es
gratuita puesto que conlleva una ofensa y un agravio a la Palabra de Jesús,
Quien es el que revela su existencia. En otras palabras, negar la existencia
del Infierno implica negar la omnisciencia del Hombre-Dios Jesucristo y a la Revelación
dada por Él. Todavía más, es llamativo el hecho de que Jesús habla en tantas
oportunidades sobre el Infierno y por lo tanto, implícitamente del reino de las
tinieblas. Es decir, Jesús no revela una o dos veces la existencia del Infierno
y del reino de las tinieblas, sino en numerosas oportunidades, lo cual es una
severa advertencia para nosotros.
“Allí
será el llanto y rechinar de dientes”. No es verdad que, cuando morimos, vamos “a
la Casa del Padre”: el Catecismo de la Iglesia Católica nos enseña que el alma
va directamente a comparecer ante el Juicio Particular, en el que Dios juzga
nuestras obras libremente realizadas y de acuerdo con ellas, nos destina para
siempre, sea al Reino de los cielos, sea al reino de las tinieblas, el
Infierno, que es donde habrá “llanto y rechinar de dientes”. Esto último no es
expresión metafórica de Jesús, porque el llanto y el rechinar de dientes serán
reales y sin fin: el llanto, por el dolor provocado por la conciencia, al darse
cuenta que por un solo pecado mortal el alma se ha condenado para siempre,
apartándose de Dios; el rechinar de dientes será causado por el dolor
insoportable, tanto espiritual como corporal, causados por el fuego del
Infierno el cual, por un prodigio divino, obrará no solo sobre el cuerpo, sino
también sobre el espíritu y esto por toda la eternidad.
De
nuestra libertad depende a cuál de los dos reinos iremos para siempre, o el Reino
de Dios, o el reino de las tinieblas, el Infierno, en donde “será el llanto y
rechinar de dientes”.
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