“Explícanos
la parábola de la cizaña sembrada en el campo” (Mt 13, 36-43). A pedido de sus discípulos, Jesús explica la
parábola de la cizaña y para hacerlo, reemplaza sus elementos naturales por los
sobrenaturales. Así, por ejemplo, es el mismo Jesús quien dice que: “El
sembrador de la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la
buena semilla son los ciudadanos del Reino; la cizaña son los partidarios del
demonio; el enemigo que la siembra es el demonio; el tiempo de la cosecha es el
fin del mundo, y los segadores son los ángeles”. De esta manera, con una simple
y sencilla imagen, Jesús explica y anticipa el desarrollo y el fin de la
historia humana: en la historia humana se lleva a cabo un enfrentamiento entre
los “ciudadanos del Reino”, es decir, los católicos que practican su religión –acuden
a los Sacramentos, rezan, hacen penitencia, luchan contra sus pecados, luchan
para adquirir virtudes- y los “partidarios del demonio”, es decir, todos
aquellos que, implícita o explícitamente, no solo no practican la Ley de Dios,
sino que cumplen al pie de la letra la ley de Satanás, cuyo primer mandamiento
es: “Haz lo que quieras”; los partidarios del Demonio son, entre otros, los que
practican explícitamente el ocultismo, el satanismo, la brujería, la wicca,
pero también los que pertenecen a la Masonería, al Comunismo, al Socialismo y a
cualquier otra entidad sectaria anticristiana.
El
enfrentamiento entre estos dos bandos se lleva a cabo y continuará hasta el Día
del Juicio Final, Día en el que Jesús, apareciendo ante la humanidad como Justo
Juez, finalizará la contienda y enviará a sus ángeles para que separen, para
toda la eternidad, a sus verdaderos discípulos, de los seguidores de Satanás,
destinando a los primeros al Reino de los cielos y a los segundos al Reino de
las tinieblas, el Infierno, para siempre.
“Explícanos
la parábola de la cizaña sembrada en el campo”. Procuremos vivir en gracia,
cumplir los Mandamientos de la Ley de Dios, recibir los Sacramentos, obrar la
misericordia según nuestras posibilidades y estados y así no nos encontraremos
a la izquierda del Señor Jesús, con los condenados, en el Día del Juicio Final,
sino a su derecha, con los bienaventurados.
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