viernes, 23 de julio de 2021

“Es mi Padre quien os da el Verdadero Pan del cielo”

 


(Domingo XVIII - TO - Ciclo B – 2021)

“Es mi Padre quien os da el Verdadero Pan del cielo” (Jn 6, 24-35). Los judíos le cuestionan a Jesús su consejo de creer en Él, que es a quien “Dios ha enviado” y esta resistencia se debe a que están convencidos de que Moisés es más grande que Jesús y por eso le dicen a Jesús que Moisés les dio a comer “el pan del cielo”, el maná del desierto. Es decir, ponen como argumento para no seguirlo a Jesús el hecho de que en su travesía por el desierto, bajo el mando de Moisés, él les dio el maná del desierto. En contraposición a esta creencia, de que Moisés hizo un prodigio dándoles el maná del cielo y que por eso es más grande que Jesús, Jesús les dice que “no fue Moisés quien les dio el verdadero pan del cielo”, sino Dios Padre, porque Dios Padre les da la Carne y la Sangre del Cordero de Dios, la Eucaristía: “Es mi Padre quien os da el Verdadero Pan del cielo”. Con esto, Jesús demuestra que no sólo es más grande que Moisés porque hizo un milagro mayor, sino que Él es el Milagro en sí mismo, porque Él es el “Verdadero Pan del cielo”. Los judíos estaban equivocados al pensar que el maná que ellos recibieron en el desierto era el Verdadero Pan del cielo: el maná del desierto era sólo figura y anticipo del Verdadero Pan del cielo, el Maná Verdadero, el Cuerpo y la Sangre del Cordero de Dios, Jesús Eucaristía.

Para comprender más las palabras de Jesús, debemos considerar que así como los hebreos fueron elegidos como Pueblo –por eso se llama “Pueblo Elegido”- para proclamar la existencia de un Dios Uno ante los pueblos paganos de la antigüedad, así nosotros, a partir de Cristo, somos el “Nuevo Pueblo Elegido”, que hemos sido elegidos para proclamar la existencia de Dios Uno y Trino. Esto nos permite comprender que, al igual que el Pueblo Elegido, que peregrinó en el desierto hasta llegar a la Ciudad Santa, Jerusalén, también nosotros, como Nuevo Pueblo Elegido, peregrinamos en el desierto de la historia y de la vida humana para llegar a la Ciudad Santa, que no es la Jerusalén terrestre, sino la Jerusalén celestial, y al igual que el Pueblo Elegido, que fue alimentado en su peregrinar por el maná bajado del cielo, así también nosotros somos alimentados en el espíritu por el Verdadero Pan bajado del cielo, el Verdadero Maná, la Sagrada Eucaristía, el Cuerpo y la Sangre de Jesús, que es el alimento espiritual por excelencia. La Eucaristía es alimento super-substancial, porque nos alimenta con la substancia de la Trinidad y por eso es el Verdadero Maná bajado del cielo; ahora bien, también puede la Eucaristía alimentar el cuerpo y la prueba son los santos que, a lo largo de la historia de la Iglesia, se han alimentado solamente de la Eucaristía, sin necesidad de consumir alimento material, terreno y si bien esto es algo extraordinario, porque lo más común es que necesitemos el alimento corporal, la Eucaristía, siendo alimento esencialmente espiritual, puede también saciar el cuerpo, además del alma.

            “Es mi Padre quien os da el Verdadero Pan del cielo”, les dice Jesús a los judíos; nosotros, parafraseando a Jesús, podemos decir: “Es la Iglesia Católica, la Esposa Mística del Cordero de Dios, la que nos da el Verdadero Pan del cielo, el Maná Verdadero, el Pan Vivo bajado del cielo, que contiene la substancia humana divinizada y el Ser divino trinitario del Hijo de Dios, Jesús en la Eucaristía”. Con el alma en estado de gracia, alimentémonos con la Eucaristía en nuestro peregrinar en el tiempo hacia la eternidad de la Patria celestial -la Jerusalén del cielo, cuya Lámpara es el Cordero-, alimentémonos con la Sagrada Eucaristía, el Cuerpo y la Sangre de Jesús, el Verdadero Maná bajado del cielo.


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