viernes, 9 de julio de 2021

“Aquí hay algo más grande que el templo”

 


“Aquí hay algo más grande que el templo” (Mt 12, 1-8). Jesús y sus discípulos atraviesan unos sembrados; en el trayecto, los discípulos experimentan hambre y comienzan a arrancar espigas y a comerse los granos. Al darse cuenta los fariseos, le reprochan a Jesús la acción de sus discípulos, porque era sábado y en sábado estaba prohibido realizar trabajos manuales: “Tus discípulos están haciendo algo que no está permitido hacer en sábado”. Lejos de darles la razón a los fariseos, Jesús justifica el obrar de sus discípulos, trayendo a colación una transgresión realizada por el rey David y sus compañeros, similar a la de sus discípulos, la cual consistió en comer panes consagrados, reservados solo a los sacerdotes: “¿No han leído ustedes lo que hizo David una vez que sintieron hambre él y sus compañeros? ¿No recuerdan cómo entraron en la casa de Dios y comieron los panes consagrados, de los cuales ni él ni sus compañeros podían comer, sino tan sólo los sacerdotes?”. Jesús también trae a colación la violación del sábado que hacen los sacerdotes cuando tienen que realizar el oficio sacerdotal en días sábados. Sin embargo, hay algo mucho más trascendente que dice Jesús y que, además de dejar sin palabras a los fariseos, revela su origen divino: “Yo digo que aquí hay alguien más grande que el templo (…) el Hijo del hombre también es dueño del sábado”. Con esto, Jesús les está diciendo que Él es Dios por una doble vía: porque es “más grande que el templo” y lo único que puede haber más grande que el templo de Dios es el mismo Dios, por lo tanto, se está auto-proclamando y revelando como Dios, y por otro lado, les dice que Él, en cuanto Dios, es “dueño del sábado”, por lo que puede dispensar de las reglas que establecen los hombres en relación a Él: “el Hijo del hombre es también dueño del sábado”.

Por supuesto que esto, en vez de abrir los corazones de los fariseos, solo los endurecerá más en su obstinada negación voluntaria de la condición divina de Jesús de Nazareth y serán estas palabras suyas las que serán usadas en forma distorsionada en el juicio inicuo que realizarán contra Jesús.

         “Aquí hay algo más grande que el templo”. Nosotros, discípulos de Jesús, no caminamos por un campo de trigo, pero sí experimentamos hambre de Dios y para saciar esta hambre de Dios, Dios nos da, no espigas de trigo, como a los discípulos del Evangelio, sino el trigo cocido en el Fuego del Espíritu Santo, la Sagrada Eucaristía, el Pan Vivo bajado del cielo. Y la Sagrada Eucaristía, que es Jesús, el Hijo de Dios encarnado, es más grande, no solo que el templo, sino que todo el universo visible e invisible e incluso es más grande que el mismo Reino de Dios, porque es el mismo Hijo de Dios encarnado, que prolonga su Encarnación en el Pan Vivo bajado del cielo.

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