“Curad
enfermos expulsad demonios y anunciad que el Reino de los cielos está cerca” (Mt 10, 7-15). Jesús envía a sus
discípulos, a su Iglesia Naciente, a evangelizar, a anunciar la Buena Noticia,
que es la Llegada del Reino de los cielos. Les concede poder, participado de su
propio poder divino, de curar enfermos y expulsar demonios, como signos o
señales de que lo que están anunciando viene de Dios. Es decir, les da el poder
de hacer obras milagrosas propias de Dios, como las curaciones de enfermos y
las expulsiones de demonios, como hechos que confirman el anuncio esencial del
cristianismo: el Reino de los cielos está cerca. Es importante hacer estas
consideraciones porque muchos, dentro y fuera de la Iglesia Católica, han invertido
las señales y han confundido las cosas: para estos, el Reino de los cielos es
la curación de los enfermos y la expulsión de demonios; es decir, en esto
consiste, para estos cristianos, la llegada del Reino de los cielos. Por ejemplo,
en la inmensa mayoría de las sectas evangélicas, los encuentros se basan en una
supuesta curación milagrosa de enfermos, o en el exorcismo demoníaco practicado
masivamente; algo similar sucede en algunos movimientos católicos, en donde las
misas son de “sanación”, para curar enfermedades del orden que sea y también se
realizan con el fin de exorcizar demonios. Para estos movimientos, evangélicos
y católicos, el Reino de los cielos es curación de enfermedades y expulsión de
demonios, pero esto es invertir los términos, es confundir las señales al lado
del camino con el camino mismo y con el fin del camino: la curación de
enfermedades y la expulsión de demonios son sólo signos o señales que indican
que el Reino de los cielos está cerca; en otras palabras, el Reino de los
cielos no consiste en que todos estemos curados de enfermedades corporales y
libres de la influencia del Demonio: estas cosas son señales o signos que
indican que ha llegado a los hombres el Reino de Dios, pero no son ni consisten
en el Reino de Dios. El Reino de Dios comienza aquí en la tierra con la
posesión en el alma de la gracia santificante, posesión que hace que las Tres
Divinas Personas de la Trinidad inhabiten en el alma, todo lo cual es un
anticipo, ya en la tierra, de aquello que sucederá luego de nuestra muerte
terrena, si es que morimos en gracia: la gracia se convertirá en gloria y las
Tres Divinas Personas de la Trinidad, que inhabitan en el alma en la oscuridad
de la fe, podrán ser vistas cara a cara, por el alma glorificada, para toda la
eternidad. Es en esto en lo consiste el Reino de Dios, y no en la curación de
enfermedades y en la expulsión de demonios.
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