sábado, 3 de julio de 2021

“Curad enfermos expulsad demonios y anunciad que el Reino de los cielos está cerca”

 


“Curad enfermos expulsad demonios y anunciad que el Reino de los cielos está cerca” (Mt 10, 7-15). Jesús envía a sus discípulos, a su Iglesia Naciente, a evangelizar, a anunciar la Buena Noticia, que es la Llegada del Reino de los cielos. Les concede poder, participado de su propio poder divino, de curar enfermos y expulsar demonios, como signos o señales de que lo que están anunciando viene de Dios. Es decir, les da el poder de hacer obras milagrosas propias de Dios, como las curaciones de enfermos y las expulsiones de demonios, como hechos que confirman el anuncio esencial del cristianismo: el Reino de los cielos está cerca. Es importante hacer estas consideraciones porque muchos, dentro y fuera de la Iglesia Católica, han invertido las señales y han confundido las cosas: para estos, el Reino de los cielos es la curación de los enfermos y la expulsión de demonios; es decir, en esto consiste, para estos cristianos, la llegada del Reino de los cielos. Por ejemplo, en la inmensa mayoría de las sectas evangélicas, los encuentros se basan en una supuesta curación milagrosa de enfermos, o en el exorcismo demoníaco practicado masivamente; algo similar sucede en algunos movimientos católicos, en donde las misas son de “sanación”, para curar enfermedades del orden que sea y también se realizan con el fin de exorcizar demonios. Para estos movimientos, evangélicos y católicos, el Reino de los cielos es curación de enfermedades y expulsión de demonios, pero esto es invertir los términos, es confundir las señales al lado del camino con el camino mismo y con el fin del camino: la curación de enfermedades y la expulsión de demonios son sólo signos o señales que indican que el Reino de los cielos está cerca; en otras palabras, el Reino de los cielos no consiste en que todos estemos curados de enfermedades corporales y libres de la influencia del Demonio: estas cosas son señales o signos que indican que ha llegado a los hombres el Reino de Dios, pero no son ni consisten en el Reino de Dios. El Reino de Dios comienza aquí en la tierra con la posesión en el alma de la gracia santificante, posesión que hace que las Tres Divinas Personas de la Trinidad inhabiten en el alma, todo lo cual es un anticipo, ya en la tierra, de aquello que sucederá luego de nuestra muerte terrena, si es que morimos en gracia: la gracia se convertirá en gloria y las Tres Divinas Personas de la Trinidad, que inhabitan en el alma en la oscuridad de la fe, podrán ser vistas cara a cara, por el alma glorificada, para toda la eternidad. Es en esto en lo consiste el Reino de Dios, y no en la curación de enfermedades y en la expulsión de demonios.

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