miércoles, 7 de julio de 2021

“Jesús se puso a reprender a las ciudades que habían visto sus numerosos milagros, por no haberse arrepentido”


 

“Jesús se puso a reprender a las ciudades que habían visto sus numerosos milagros, por no haberse arrepentido” (Mt 11, 20-24). Jesús reprende a las ciudades que vieron sus milagros y no se convirtieron y las compara con ciudades paganas –Tiro y Sidón-, afirmando que si en estas ciudades se hubieran producido los milagros que Él realizó en Corozaín, en Betsaida y Cafarnaúm, se habrían convertido desde “hace tiempo” y habrían hecho “penitencia”. Las ciudades que Jesús nombra fueron testigos de milagros y prodigios portentosos –curaciones milagrosas, expulsiones de demonios, multiplicación de panes y peces, etc.-, pero ni siquiera así, viendo al Hombre-Dios en Persona, hacer milagros, ni siquiera así, se han convertido, de ahí el enojo de Jesús hacia esas ciudades y el duro reproche y advertencia de lo que les espera –un Día del Juicio rigurosísimo y la precipitación en el abismo de fuego- por no haberse convertido.

Ahora bien, no debemos creer que estas advertencias de Jesús son solo para esas ciudades, sino que también son para nosotros, porque en las ciudades en las que Jesús hizo milagros debemos vernos reflejados todos y cada uno de nosotros, porque todos, desde el momento en que somos bautizados, ya hemos recibido el milagro de la filiación divina, cosa que no recibieron los paganos, los que no se bautizaron; hemos recibido también en innumerables oportunidades al Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, en cada Comunión Eucarística; hemos recibido al Espíritu Santo en Persona, la Tercera Persona de la Trinidad, en la Confirmación y como estos, numerosísimos e incontables milagros del Amor y de la Misericordia Divina y aun así, no podemos decir que nos hemos convertido. Y si alguien dice “estoy convertido”, está pecando de soberbia. Por otra parte, en las ciudades paganas de Tiro y Sidón, debemos ver a los paganos e infieles, a los que no pertenecen a la Iglesia Católica, a los que no recibieron el don de ser hijos adoptivos de Dios, a los que no recibieron el Corazón Eucarístico de Jesús, a los que no recibieron el Amor de Dios, el Espíritu Santo y aun así, son mejores personas que nosotros, porque obran más y mejor el bien y porque aman sinceramente a Dios, con todo su corazón.

         “Jesús se puso a reprender a las ciudades que habían visto sus numerosos milagros, por no haberse arrepentido”. Hemos recibido numerosos y grandiosos milagros y prodigios del Amor de Dios, pidamos en consecuencia la gracia de arrepentirnos, de convertirnos y de hacer penitencia, para no recibir un duro castigo el Día del Juicio y para no ser precipitados al lago de fuego.

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