“Id
y proclamad que el Reino de los cielos está cerca” (Mt 10, 1-7). Jesús envía a sus discípulos para que hagan una
proclama bien precisa: que el “Reino de los cielos está cerca”. Esto supone dos
novedades: por un lado, el concepto de Reino de los cielos; por otro lado, el
hecho de que ese Reino está “cerca”. En cuanto al concepto de “Reino de los
cielos”, es algo absolutamente nuevo para los judíos, puesto que los reinos que
ellos conocen, incluidos los discípulos de Jesús, son todos reinos humanos,
terrenos, que tienen una ubicación, una extensión precisas, geográficas y una
duración que se mide en términos de tiempos humanos –años, décadas, etc.-. Los
mismos judíos han vivido desde siempre como una monarquía y por eso saben qué
es un reino. Pero en este caso, se trata de un concepto nuevo, porque el Reino
de Dios, que viene a traer Jesús, es de Dios y no humano y por eso mismo no
tiene extensión ni ubicación geográfica y tampoco es visible, por lo que no se puede
decir “está aquí” o “está allí”. En este sentido, el anuncio del Reino de Dios,
un Reino celestial, es absolutamente nuevo y desconcierta a la gran mayoría de
los judíos, quienes habían pervertido la figura del Mesías ya que esperaban un
Mesías terreno que los liberara temporal y materialmente del yugo del Imperio
Romano, de modo que el Reino de Israel volviera a ser libre. El Mesías, en
cambio, liberará espiritualmente a los hombres, para conducirlos a la vida
eterna en el Reino de los cielos.
La
otra novedad es que el Reino de Dios está “cerca”: si bien no puede ser
observado visiblemente, el hecho de que esté “cerca” significa, en las palabras
de Jesús, que este Reino celestial ha de venir a la tierra muy pronto y quienes
deseen ingresar en ese Reino, deben preparar sus almas, precisamente porque su
llegada es inminente.
Ahora
bien, ¿en qué consiste el Reino de Dios en la tierra? Consiste en la presencia
de la gracia santificante en el alma, porque por la gracia, inhabita en el
alma, más que el Reino de Dios, el Rey del cielo, Cristo Jesús, el Hombre-Dios.
Es decir, por la gracia santificante, el alma se hace partícipe de la vida, no
solo del Reino de Dios, sino del Rey del Cielo, Cristo Jesús y por eso se puede
decir que el Reino de Dios consiste, en esta vida terrena, la gracia
santificante.
“Id
y proclamad que el Reino de los cielos está cerca”. Como discípulos de Cristo
Jesús, también nosotros somos llamados a anunciar al mundo que “el Reino de
Dios está cerca”; debemos anunciar que este mundo terreno es caduco, pasajero,
y que ya está a las puertas el Reino de Dios. Pero para hacerlo, debemos
nosotros mismos vivir, desde ya, desde ahora, en el Reino de Dios y lo hacemos
en tanto y en cuanto estamos en gracia de Dios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario