(Domingo
XVII - TO - Ciclo B – 2021)
“Jesús
multiplica panes y peces” (cfr. Jn 6,
1-15). Al ver los milagros y prodigios que hacía Jesús, una multitud se reúne
en torno a Él; esta multitud estaba compuesta de unas diez mil personas o más,
incluidos hombres, mujeres y niños. Jesús predica y en un momento determinado
es necesario hacer una pausa para que la multitud se alimente y recupere
fuerzas, pues ya era cerca del mediodía. Jesús toma dos pescados y cinco panes
de cebada, los bendice, los multiplica y les ordena a sus discípulos que los
repartan entre la gente que padece hambre. Es decir, Jesús realiza un milagro
material, al multiplicar la materia de dos panes y cinco peces y en tal
cantidad, que incluso sobra bastante comida luego de que toda la multitud se ha
saciado. Este milagro material demuestra la divinidad de Cristo en cuanto Creador,
pues la definición de “Dios Creador” es precisamente la de Aquel que tiene la
potestad de crear el ser de la nada: donde antes había nada, ahora hay ser,
substancia, esencia. En este caso, el ser y la substancia de los panes y peces.
Este mismo milagro es el que Jesús ha realizado al inicio de los tiempos, con
la creación del Universo, por eso Él es Dios Creador: antes de la creación,
estaba el Ser divino de Dios Uno y Trino, con su substancia divina y su esencia
divina, pero no estaban ni el universo material ni el inmaterial, el de los
ángeles; luego, en un instante determinado, Dios Trino crea, de la nada, el
universo material y el inmaterial, dando el acto de ser a lo que antes era sola
nada en sí misma. Con este acto creador, que crea el acto de ser de la nada,
Dios demuestra que es Dios, es decir, que tiene la omnipotencia necesaria para
crear el acto de ser de la nada y traer las cosas y a las personas al ser y a
la existencia. Como vemos, entonces, en esencia, el milagro de la
multiplicación de panes y peces es substancialmente el mismo que el de la
Creación del universo, aunque obviamente a mucha menor escala, pues lo que hace
Jesús en este caso, es crear de la nada el acto de ser de los panes y peces,
con la creación de los átomos y moléculas materiales que esto implica. Esta capacidad
creadora no la tienen las creaturas, ni el hombre, ni el ángel; lo único que
pueden hacer las creaturas es modificar la materia ya existente. Por ejemplo,
el hombre puede manipular y modificar los genes, tal como lo hicieron los
comunistas chinos con el actual virus: “cortaron” los genes del Virus del Sida
que sintetizan la proteína espiga, que es la que permite el ingreso en las
células humanas y su infección por el virus y la unieron al virus del
murciélago, con lo cual el virus adquirió –se llama “ganancia de función”- la
capacidad de infectar a los humanos; lo mismo sucede con el ángel, por ejemplo,
el demonio, el cual no puede hacer verdaderos milagros, sino que sólo puede
modificar lo que ya ha sido creado por Dios, de ahí el grave error de quien
acude al demonio para pedirle, por ejemplo, la curación de una enfermedad. Estos
son solo dos ejemplos que ilustran la incapacidad de la creatura racional –hombre
y ángel- de crear el acto de ser de la nada, como sí lo puede hacer Dios.
Al
realizar el milagro de la multiplicación de panes y peces, Jesús demuestra su
omnipotencia divina porque crea de la nada el acto de ser inmaterial que
actualiza la esencia de panes y peces y crea además la materia de los panes y
peces, es decir, los átomos y las moléculas que los componen, con lo cual
repite, en mucho menor grado, aunque sea en sí mismo un milagro prodigioso, el
milagro de la Creación del universo visible e invisible.
“Jesús
multiplica panes y peces”. Además de la omnipotencia divina, en este episodio
del Evangelio podemos reflexionar en dos elementos: por un lado, su significado
espiritual y sobrenatural, ya que la multiplicación de panes y peces es
anticipo y prefiguración de otra multiplicación, del Cuerpo y la Sangre del
Cordero, en las especies eucarísticas; la multiplicación de panes y peces fue
para alimentar el cuerpo, la multiplicación del Pan Vivo bajado del cielo es
para alimentar el espíritu con la substancia misma del Cordero de Dios, su
Humanidad glorificada y su Divinidad, Fuente Increada de la Santidad y la
Santidad en Sí misma; por otro lado, podemos considerar la incomprensión del
significado espiritual por parte de la gente, ya que lejos de comprender que la
multiplicación de panes y peces es prefiguración de la multiplicación de la
Carne del Cordero de Dios y del Pan de Vida eterna en el futuro, la muchedumbre
pretende hacer rey a Jesús porque les sació el hambre corporal, y no por sus
enseñanzas para llegar a la vida eterna.
“Jesús
multiplica panes y peces”. En nuestros días, Jesús no multiplica panes y peces
para saciar nuestra hambre corporal; sin embargo, ha dejado encargado a la
Iglesia la realización de un milagro infinitamente más grandioso que la
creación de los átomos materiales de panes y peces y es la conversión, por la
transubstanciación, de las substancias del pan y del vino en su Cuerpo y en su
Sangre, para alimentar no nuestros cuerpos, sino nuestras almas, con un
alimento que es infinitamente más exquisito que la carne de pescado y el pan
material, la Eucaristía, que es la Carne del Cordero de Dios y el Pan de Vida
eterna. En cada Santa Misa, entonces, asistimos a un milagro inmensamente más
grandioso que la simple multiplicación de panes y peces, la multiplicación de
la Carne del Cordero de Dios y del Pan de Vida eterna, la Sagrada Eucaristía,
que alimenta nuestras almas con la substancia misma de la Trinidad.
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