lunes, 23 de diciembre de 2013

Santa Misa de Nochebuena


(Ciclo A - 2013-14)

         La Iglesia, reunida alrededor del Pesebre de Belén en Nochebuena, está de fiesta, celebra, canta, exulta de alegría, se alegra con gozo indecible en la Nochebuena. A pesar de ser Noche -por eso es Nochebuena-, la Iglesia se ve colmada con una luz más brillante y esplendorosa que la luz de mil millones de soles juntos. A pesar de ser de Noche, en la Iglesia brilla un Sol cuya luz opaca y reduce a la sombra más oscura a los soles más brillantes de las galaxias del universo.

La causa de tanta alegría y de tanta luz está en el Pesebre de Belén. ¿Por qué? Si viéramos la escena del Pesebre con ojos humanos, no podríamos explicarnos el motivo de tanta alegría, de tanta luz, de tanto gozo.

Visto con ojos humanos, el Pesebre de Belén nos muestra simplemente a un niño que acaba de nacer; un niño al cual su madre, primeriza, ha envuelto en pañales; un niño cuyo padre -aparentemente es su padre- ha encendido un fuego en la gruta para atenuar el intenso frío; un niño cuyos únicos espectadores de su nacimiento, además de su madre y de su padre, son dos animales, un buey y un burro que, por otra parte, parecerían ser los dueños de la gruta. Visto con ojos humanos, el Pesebre de Belén nos muestra un nacimiento, igual al de tantos otros nacimientos de niños a lo largo de la historia, con la particularidad de que este se ha producido en un lugar frío y oscuro, la gruta de Belén, en medio de la noche.

Pero no podemos ver la escena de Nochebuena con ojos humanos; no podemos ver la escena de Nochebuena con la débil luz de la razón humana, porque si así hacemos, quedará para nosotros oculto completamente el motivo de la alegría, del gozo y de la dicha de la Iglesia.

La escena de Nochebuena sólo puede ser vista con los ojos de la fe, porque es la fe la que nos da la verdadera comprensión de lo sucedido en el Portal de Belén y, por lo tanto, la fe es la que nos explica el motivo de tanta alegría y gozo en esta noche, que es la Nochebuena. La fe nos dice que ese Niño recién nacido no es un niño más, sino el Niño Dios, Dios hecho Niño sin dejar de ser Dios, que ha venido a nuestro mundo para derrotar para siempre a las tinieblas vivientes, los ángeles caídos, porque Él es Dios Invicto y Todopoderoso, y a las tinieblas de la mente y el corazón, producto del pecado, porque Él es la Gracia Increada y la Sabiduría misma de Dios; la fe nos dice que ese Niño ha venido para vencer a la muerte, porque ese Niño es la Vida Increada en sí misma y Fuente de toda vida creada; la fe nos dice que ese Niño ha venido a nuestro mundo para iluminar a las almas con su luz, que es la Luz eterna de Dios, porque Él es “la luz del mundo”, Él es la “lámpara de la Jerusalén celestial”, el Cordero que ilumina con su luz radiante a los ángeles y a los santos en el cielo, y en la tierra ilumina a la Iglesia con la luz de la Verdad, de la Fe y de la Gracia; la fe nos dice que ese Niño recién nacido, al cual su Madre debe amamantar para calmar su hambre, es Dios de majestad infinita, que tiene hambre del amor de los hombres y sed de sus buenos deseos y buenas obras; la fe nos dice que ese Niño recién nacido, al cual su Madre debe envolver en pañales y mantas para protegerlo del frío, es el Dios Creador, el que vistió todas las cosas con su hermosura, el que creó todo el universo visible e invisible, y ahora necesita del abrigo y la protección de su Madre; la fe nos dice que ese Niño recién nacido, que extiende sus bracitos en el Pesebre, pidiendo ser alzado en brazos, es el Niño Dios que, de grande, extenderá sus brazos en la Cruz, para abrazar a toda la humanidad en sus poderosos brazos y llevarla reconciliada al Padre; la fe nos dice que ese Niño, que llora por el frío y el hambre en su cuna, es Dios hecho Niño, que llora con lágrimas humanas por la frialdad y oscuridad del corazón humano y que para calmar el hambre del amor de Dios que tiene toda alma humana, se entregará a sí mismo como Eucaristía, como Pan de Vida eterna, como Carne de Cordero, resucitada y gloriosa, y como Vino de la Alianza Nueva y Eterna, en la Santa Misa, en el Banquete celestial que el Padre organiza para sus hijos pródigos.

Porque la fe nos dice que el Niño de Belén es Dios hecho Niño sin dejar de ser Dios, es que la Iglesia canta, exulta de gozo, se alegra con alegría indecible, celebra, y hace fiesta, en la Santa Misa de Nochebuena.



No hay comentarios:

Publicar un comentario