El
Personaje central de la Nochebuena es, obviamente, el Niño de Belén: una vez nacido, todos los integrantes del Pesebre se vuelven hacia Él y lo contemplan y se quedan asombrados ante su visión, conmocionados por su Presencia. Pero no solo los integrantes del Pesebre se asombran y conmocionan ante el Niño, sino que es en realidad todo el universo -visible e invisible- el que se admira por su Nacimiento y, conmocionado, gira alrededor suyo. ¿Por qué? ¿Por qué toda esta conmoción, por el Niño de Belén? ¿Por qué todo el universo visible e invisible gira alrededor suyo?
Porque por el Niño de Belén, la Santísima Trinidad creó a la Virgen Inmaculada para que fuera su Madre. Por el Niño de Belén, la Santísima Trinidad creó el universo visible y el invisible; por el Niño de Belén, fueron hechas todas las cosas que existen, y sin Él, nada fue hecho; por este Niño, el Niño de Belén, toda la tierra, toda la humanidad, y todo el cielo, estuvieron expectantes, esperando su Nacimiento virginal, y cuando Él nació, al tiempo se le comenzó a llamar “plenitud de los tiempos” o “tiempos perfectos”, porque Él les dio la perfección al nacer; por el Niño de Belén, toda la tierra y toda la humanidad, y todo el cielo, espera su Segunda Venida en la gloria; por el Niño de Belén, fueron derrotados los enemigos mortales del hombre: el demonio, el pecado y la muerte, y por el Niño de Belén recibieron los hombres el don de la vida eterna, cuando este Niño, ya adulto, subió a la Cruz y abriendo sus brazos, tal como lo hiciera antes en el Pesebre de Belén, derrotó para siempre al Infierno y a la muerte y abrió para la humanidad entera las Puertas del Reino de los cielos; por el Niño del Pesebre, nacido en Belén, que significa “Casa de Pan”, los hombres habrían de alimentarse con un manjar substancial, exquisito, venido del cielo, el Pan Vivo bajado del cielo, el Pan de Vida eterna, el Cuerpo resucitado y glorioso del Niño de Belén, surgido de las entrañas del Nuevo Belén, el altar eucarístico; por el Niño de Belén, los hombres, viviendo aún en este mundo, inmerso en “tinieblas y en sombras de muerte”, y llamado “valle de lágrimas” a causa de las continuas tribulaciones de esta vida, tendrían un refrigerio que aliviaría su Hambre de Dios, tendrían un anticipo de la felicidad del Reino de los cielos, que compensaría con creces las amarguras de esta vida,y ese anticipo de felicidad es el Maná bajado del cielo, el Pan de Vida eterna, su Cuerpo resucitado; por este Niño de Belén, los hombres adquirirían la fuerza misma de Dios para llevar la Cruz por el Camino que conduce al cielo, y todo esto lo tendrían al alimentarse del Cuerpo glorioso y resucitado del Niño de Belén, que continúa y prolonga su Encarnación y Nacimiento, su Pasión y Resurrección, en la Santa Misa, donando en cada Eucaristía su Cuerpo, su Sangre, su Alma, su Divinidad y su Amor Divino.
Porque por el Niño de Belén, la Santísima Trinidad creó a la Virgen Inmaculada para que fuera su Madre. Por el Niño de Belén, la Santísima Trinidad creó el universo visible y el invisible; por el Niño de Belén, fueron hechas todas las cosas que existen, y sin Él, nada fue hecho; por este Niño, el Niño de Belén, toda la tierra, toda la humanidad, y todo el cielo, estuvieron expectantes, esperando su Nacimiento virginal, y cuando Él nació, al tiempo se le comenzó a llamar “plenitud de los tiempos” o “tiempos perfectos”, porque Él les dio la perfección al nacer; por el Niño de Belén, toda la tierra y toda la humanidad, y todo el cielo, espera su Segunda Venida en la gloria; por el Niño de Belén, fueron derrotados los enemigos mortales del hombre: el demonio, el pecado y la muerte, y por el Niño de Belén recibieron los hombres el don de la vida eterna, cuando este Niño, ya adulto, subió a la Cruz y abriendo sus brazos, tal como lo hiciera antes en el Pesebre de Belén, derrotó para siempre al Infierno y a la muerte y abrió para la humanidad entera las Puertas del Reino de los cielos; por el Niño del Pesebre, nacido en Belén, que significa “Casa de Pan”, los hombres habrían de alimentarse con un manjar substancial, exquisito, venido del cielo, el Pan Vivo bajado del cielo, el Pan de Vida eterna, el Cuerpo resucitado y glorioso del Niño de Belén, surgido de las entrañas del Nuevo Belén, el altar eucarístico; por el Niño de Belén, los hombres, viviendo aún en este mundo, inmerso en “tinieblas y en sombras de muerte”, y llamado “valle de lágrimas” a causa de las continuas tribulaciones de esta vida, tendrían un refrigerio que aliviaría su Hambre de Dios, tendrían un anticipo de la felicidad del Reino de los cielos, que compensaría con creces las amarguras de esta vida,y ese anticipo de felicidad es el Maná bajado del cielo, el Pan de Vida eterna, su Cuerpo resucitado; por este Niño de Belén, los hombres adquirirían la fuerza misma de Dios para llevar la Cruz por el Camino que conduce al cielo, y todo esto lo tendrían al alimentarse del Cuerpo glorioso y resucitado del Niño de Belén, que continúa y prolonga su Encarnación y Nacimiento, su Pasión y Resurrección, en la Santa Misa, donando en cada Eucaristía su Cuerpo, su Sangre, su Alma, su Divinidad y su Amor Divino.
Y todo esto sucede porque
este Niño no es un niño más; este Niño es el Niño Dios, que abre sus bracitos
en el Pesebre para continuar luego abriéndolos en la Cruz; este Niño es el Niño
Dios, que viene del Padre, desde el seno eterno de Dios Padre, y se encarna en
el seno virgen de María para nacer, por obra y gracia del Espíritu Santo, en
Belén, Casa de Pan, para así prolongar su Encarnación y Nacimiento en el seno
virgen de la Iglesia, por obra y gracia del mismo Espíritu Santo, en la Nueva
Casa de Pan, el altar eucarístico, para donarse como Pan de Vida eterna, como Carne
de Cordero asada en el Fuego del Espíritu Santo, como Vino de la Alianza Nueva
y Eterna, su Sangre derramada en la Cruz y recogida en la Santa Misa, en el
cáliz del sacerdote ministerial. El Niño de Belén, que abre sus bracitos de
Niño en el Pesebre, pidiendo ser abrazado y recibir el Amor de los hombres, es
el mismo Niño que, como Hombre-Dios, continúa abriendo sus brazos en la Cruz
del altar, para abrazar a todos los hombres y donarles el Amor Divino, para
conducirlos al Reino de los cielos, el seno eterno del Padre, de donde Él
procede.
Esta es la razón por la cual todo el universo, visible e invisible, gira alrededor del Niño de Belén, el Personaje central de la Nochebuena.
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