“El
Padre que está en el cielo no quiere que ni uno solo se pierda” (Mt 18, 12-14). El conocimiento del deseo
del Padre debería ser la razón de vivir de todo cristiano, de todo hijo de la
Iglesia, porque la Iglesia existe sólo para salvar almas. Jesús nos hace saber
que el deseo de Dios Padre es que todos los hombres se salven y este deseo del
Padre debería ser el motor que mueva los corazones de los bautizados; debería
ser el motor de todo el esfuerzo misionero de la Iglesia; debería ser el
impulso que lleve a la Iglesia y a los bautizados a todos los confines de
sociedad humana, no solo geográficos, sino ante todo existenciales y “periféricos” -las "periferias existenciales"- como dice el Santo Padre Francisco. Pero para que los bautizados se movilicen
con ardor misionero en busca de su prójimo, deben tomar antes conciencia de qué
significa la frase de Jesús en su plenitud: “El Padre que está en el cielo no
quiere que ni uno solo se pierda”, y la clave para entender esta frase está en
la palabra final, que expresa la posibilidad cierta de la “perdición”. Si el deseo
del “Padre que está en los cielos” es que “ninguno se pierda”, quiere decir que
hay una posibilidad certísima y peligrosísima de perdición, tan peligrosa, que
hasta Dios Padre está preocupado por la posibilidad de la perdición de las
almas y su preocupación llega al extremo de enviar a su Hijo Unigénito a morir
en Cruz para dar su vida en rescate por toda la humanidad. ¿De qué perdición se
trata? No se trata de un simple extravío moral, ni de una perdición meramente
existencial; se trata de la posibilidad del extravío del alma en el Infierno;
se trata de la posibilidad de la condenación eterna de las almas en el Reino de
las tinieblas, en el Hades, en el Averno; se trata de la posibilidad certísima
de que las almas, extraviando el camino de la salvación en esta vida –el Único
Camino es Cristo crucificado, muerto y resucitado-, se internen por los oscuros
y tenebrosos caminos de la eterna perdición, los caminos que hoy el mundo
neo-pagano ofrece como conquistas de la humanidad y como derechos del hombre,
es decir, la sustitución de los Mandamientos de Dios por los Mandamientos de
Satanás.
Quien
no vea esta posibilidad, de que su prójimo –y él mismo- se encuentran en
peligro cierto de condenación, no puede apreciar las palabras de Jesús: “El Padre
que está en el cielo no quiere que ni uno solo se pierda”, no puede apreciar el
deseo de Dios Padre y mucho menos podrá moverse en la dirección del
cumplimiento del deseo de Dios Padre, es decir, no será nunca misionero, no
será nunca anunciador de la Buena Noticia de Jesucristo. Y ese tal, pondrá así
en riesgo su propia salvación.
“El
Padre que está en el cielo no quiere que ni uno de estos pequeños se pierda”. Quien
ama a Dios Padre y desea cumplir su pedido, comprenderá que la tarea misionera
de la Iglesia es urgente, tanto más, cuanto que el neo-paganismo imperante
arrastra masas ingentes de hombres, conduciéndolos día a día por el camino de
la eterna perdición.
Gracias me sirvio mucho para la tarea de mi hija que mi Dios me los bendiga y me los guarde a las personas que escribieron esto 🖒👏👏
ResponderEliminarGracias, muy precisa, clara y exacta. Bendiciones.
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