(Ciclo
A – 2013)
Luego del Nacimiento del Niño Dios, el matrimonio legal
entre José y María se convierte en “familia”, quedando así constituida la “Sagrada
Familia de Nazareth”. Aunque pareciera, al ser vista con los ojos y la razón
humana, ser una familia más entre tantas –está formada por un padre y esposo,
José, por una madre y esposa, María, y por un hijo, Jesús-, la Sagrada Familia de
Nazareth no es “una familia más”, sino la Familia por excelencia, la Familia
deseada por Dios como modelo de toda familia cristiana, porque no solo está
constituida según el designio original y primigenio divino –un padre-varón, una
madre-mujer, y un hijo que nace como fruto del amor esponsal, aunque en este
caso los esposos sean solamente legales-, sino porque esta familia está
re-creada por la Gracia y el Amor Divinos, de modo que todo en ella es santidad
y amor.
Por
este hecho, la Sagrada Familia de Nazareth es el modelo de santidad y de amor
en el que debe reflejarse toda familia católica, al punto que ninguna familia
puede corresponder a los designios de Dios, sino es en reflejo e imitación de
la Familia Santa de Jesús, José y María.
La
Sagrada Familia es modelo de santidad y amor porque, según el Santo Padre Juan
Pablo II, es la “Trinidad terrena” que prolonga y continúa, en la tierra y en
el mundo de los hombres, a la Trinidad celestial, la Familia constituida por
las Tres Divinas Personas. En cuanto “Trinidad terrena”, la Sagrada Familia
constituye una imagen de la Santísima Trinidad, siendo San José, Padre casto y
puro, representación de Dios Padre; la Virgen María, Inmaculada y Santa,
representación de Dios Espíritu Santo, y Jesús, que no es representación de
nadie, sino que es Él mismo Dios Hijo, encarnado, sin dejar de ser Dios, tan
Dios como el Padre y el Espíritu Santo.
La Sagrada Familia de Nazareth es modelo insustituible para
toda familia católica que quiera vivir santamente esta vida terrena y que
quiera alcanzar el Reino de los cielos en la otra vida. En esta Familia Santa,
todo es santidad y amor y nada se rige, entre sus integrantes, sin la santidad divina
y sin que el Amor de Dios todo lo permee, lo penetre, lo informe, lo eleve, lo
endulce y lo sublime.
En esta Familia Santa todo es santo: es santo el Padre
adoptivo de Jesús y Esposo legal de María Virgen, San José, porque sin la
santidad que viene de Dios, San José no habría podido ser ni esposo casto de
María, ni padre adoptivo de Jesús; es santa la Madre de Jesús y Esposa legal de
San José, María Santísima, porque Ella fue concebida no solo sin mancha de
pecado original, sino inhabitada por el Espíritu Santo y en Gracia; es santo –tres
veces santo- el Hijo nacido de las entrañas purísimas de María Virgen y
adoptado como hijo por San José, Jesús, y es Tres veces Santo porque Él es Dios
encarnado. En la santidad de la Familia Santa de Nazareth, encuentra toda
familia católica el camino a seguir si quiere llegar al cielo, y es el de vivir,
todos sus integrantes, santamente, evitando el pecado aun a costa de la propia
vida, si fuera necesario –“preferiría haber muerto que haberos ofendido”, dice
la oración de arrepentimiento del sacramento de la penitencia-, y conservando e
incrementando, día a día, hora a hora, minuto a minuto, la vida de la gracia
que se nos comunica por los sacramentos.
En
esta Familia Santa todo está regido por el Divino Amor: es el Amor de Dios,
casto y puro, el que impregna el corazón de San José, infundiéndole de su
castidad y pureza; es el Amor de Dios, Inmaculado y Santo, el que inhabita en
el Inmaculado Corazón de la Madre de Dios, María Santísima; es el Amor de Dios,
Tercera Persona de la Santísima Trinidad, expirado por el Padre y el Hijo, el que
late en el Sagrado Corazón de Jesús, el Hijo de la Sagrada Familia. Y como el
Divino Amor está presente en las Tres Personas de la Trinidad terrena, Jesús,
José y María, nada hay en esta Familia que no esté originado, regido y
orientado por el Divino Amor y para el Divino Amor. Así, las relaciones
cotidianas entre los esposos y entre los padres y el hijo, están permeadas por
el Amor, y como “amar es desear el bien de aquel a quien se ama”, todos procuran
el mayor bien que una persona pueda poseer en esta vida, y es la posesión de la
gracia y del Amor de Dios en el corazón. Así, se viven las virtudes humanas y
sobrenaturales en un grado máximo, a cada instante y en todo instante: la
paciencia, la mansedumbre, la fortaleza, la laboriosidad, y todos los miembros
de la Sagrada Familia se brindan unos a otros aquello que sobreabunda en sus
almas santas: paz, alegría, amor, santidad, comprensión, paciencia, caridad. Quien
ama no solo evita el más mínimo daño a aquel a quien ama –un enojo, una
impaciencia-, sino que busca en todo hacer agradable la vida de quien ama, y
por eso se esfuerza por vivir la paciencia, por transmitir paz, por comunicar
afecto, por sacrificarse en pos de los demás, olvidándose de sí mismo. Es esto
lo que hacían cotidianamente los integrantes de la Sagrada Familia, y por este
motivo, toda familia católica debe contemplar a la Familia Santa de Nazareth y
tomar de ella lo que en ella abunda, para aplicarla en la vida cotidiana, para
que la vida de todos los días sea vivida en la santidad y en el amor, como
anticipo de la vida de santidad y amor que espera a toda familia en el Reino de
los cielos.
Toda
familia católica está llamada a la santidad y al amor, pero la única manera de
responder a este llamado, es contemplando e imitando a la Sagrada Familia de
Jesús, José y María.
No hay comentarios:
Publicar un comentario