"El Ángel anuncia a San José en sueños
que lo engendrado en María proviene del Espíritu Santo"
“José,
lo que ha sido engendrado en María proviene del Espíritu Santo; se llamará
Jesús y salvará a su Pueblo de todos sus pecados” (Mt, 1, 18-24). El Ángel anuncia a San José el inicio del plan de
salvación de la humanidad elaborado por la Santísima Trinidad y puesto en acto
en el momento de la historia humana llamada “la plenitud de los tiempos”. Con las
palabras del Ángel, la desconfianza de José hacia María se desvanece, porque por
las palabras del Ángel, le queda bien claro que no hay intervención alguna de
hombre en la concepción de Jesús: “Lo engendrado en María viene del Espíritu
Santo”.
Como
todas las cosas de Dios, aquello que parece insignificante y sin importancia a
los ojos del mundo, contiene en sí mismo su gloria, su sabiduría, su poder y su
amor.
El
Ángel anuncia a José en sueños la Encarnación del Verbo, el hecho más grandioso para la
humanidad de todos los tiempos, porque supondrá no solo lo que el Ángel
anticipa a José –“salvará a su Pueblo de todos sus pecados”-, sino que la
acción salvífica y redentora de Jesús comprenderá la derrota definitiva de los
otros dos grandes enemigos del hombre, el demonio y la muerte, además del don
inimaginable de la filiación divina, es decir, de la adopción como hijo a todo
hombre, por el don del bautismo sacramental. Todo esto lo llevará a cabo el
Niño que ha sido engendrado en el seno virginal de María, porque ese Niño es
Dios Hijo, que se encarna y asume una naturaleza humana sin dejar de ser Dios,
para que los hombres se hagan Dios, como dicen los Padres de la Iglesia.
Es esto último, lo que el Ángel no dice, pero está contenido implícitamente en su
anuncio: es el hecho de que el Niño Dios vendrá, para Navidad, no solo para
quitar los pecados del mundo y no solo para derrotar a los otros enemigos
mortales del hombre, el demonio y la muerte, sino para donarnos su filiación
divina, su ser Hijo de Dios, para que seamos hechos hijos de Dios con la misma
filiación divina con la cual Él es Hijo de Dios desde la eternidad, y esto,
además de ser un hecho insólito para la humanidad, supera todo lo que la
humanidad pueda desear, esperar e imaginar de la Bondad divina. Y el asombro
aumenta aún más, cuando a estos inmensos dones de la Misericordia Divina, se
agrega el hecho de que Dios no hace esta “locura” por necesidad ni por
obligación alguna, sino por un motivo que es la causa de toda su “locura”, y es
el deseo de donarnos a todos y cada uno, la totalidad de su Amor, y la prueba
de que es una locura, es que ese Niño, que abre sus bracitos de recién nacido
para abrazarnos desde el Pesebre de Belén, abrirá luego sus brazos en la Cruz,
en el Calvario, para abrazarnos y permitirá que su Sagrado Corazón sea
traspasado por la lanza, para que su Sangre Preciosísima, que contiene y es
vehículo del Espíritu Santo, caiga sobre nuestras almas como un Nuevo Diluvio,
un Diluvio que está formado por su Sangre, un Diluvio que inunda nuestras almas
y corazones con el Amor Divino.
Es
por esto que las palabras del Ángel Gabriel calman el corazón de San José, porque si
San José hubiera engendrado a Jesús, el Niño Dios no sería Dios, las
tristezas de este mundo, nuestros enemigos y las tinieblas que nos circundan,
no desaparecerían jamás y, lo que es peor, nunca habríamos sido hechos hijos de Dios por el bautismo. Pero, como dice el Ángel lo engendrado en la
Virgen María proviene del Espíritu Santo”, y por eso nuestra alegría aumenta
segundo a segundo, en el tiempo, anticipando la alegría eterna del Reino de los
cielos en la otra vida.
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