sábado, 6 de marzo de 2021

“Amarás a Dios, a tu prójimo y a ti mismo”

 


“Amarás a Dios, a tu prójimo y a ti mismo” (cfr. Mc 12, 28-34). Cuando le preguntan a Jesús cuál es el Mandamiento más importante de todos, Jesús contesta que es el que manda “amar a Dios, al prójimo y a uno mismo”. Con esta respuesta, pareciera que el mandamiento cristiano no es distinto del mandamiento del Antiguo Testamento y sin embargo, sí hay una diferencia y es substancial. Ante todo, en el Antiguo Testamento se manda amar a Dios “con todo el corazón, con toda el alma, con toda la mente y con todas las fuerzas”; es decir, se explicita que este amor a Dios es específicamente humano, porque se trata del amor que surge del corazón humano. En el Nuevo Testamento, por el contrario, Jesús nos dice que debemos amar –a Dios y al prójimo- “como Él nos ha amado” y Él nos ha amado hasta la muerte de cruz y con el Amor de Dios, el Espíritu Santo, con lo cual se especifica que el amor con el que se debe amar, tanto a Dios y al prójimo –y también a uno mismo- no es el amor meramente humano, como en el Antiguo Testamento, sino con el Amor de Dios, el Espíritu Santo, porque ése es el Amor con el que nos amó Jesús desde la cruz. Otra diferencia es el concepto de prójimo, que no se limita a quien pertenece a la misma raza y practica la misma religión, como en los hebreos, sino que se extiende a todo ser humano, independientemente de su raza y credo. Por último, otra diferencia con el mandamiento del Antiguo Testamento es el concepto de “amarse a sí mismos”, cuando dice que se debe amar al prójimo “como a sí mismo”: en el cristianismo, esto implica ante todo el amor a la propia alma, la cual está destinada por Dios al cielo, pero si no vive y si no muere en gracia, se condenará irremediablemente, por lo cual el amor a sí mismo que se pide en el cristianismo es ante todo un amor espiritual, sobrenatural, que implica el amor al Reino de Dios y el deseo de obtener lo mejor para uno mismo, que es la eterna salvación del alma; esto es lo que quiere decir: “amarse a sí mismo”. Quien se ame a sí mismo, deseará evitar, a toda costa, el pecado, para conservar y acrecentar la vida de la gracia y esto es lo que hará con su prójimo.

Como vemos, el mandamiento del Nuevo Testamento es radicalmente distinto al mandamiento de la Antigua Alianza, aun cuando la formulación sea prácticamente la misma..

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