jueves, 11 de marzo de 2021

“Toma tu camilla y anda”

 


“Toma tu camilla y anda” (Jn 5, 1-16). Jesús cura a un hombre que llevaba casi cuarenta años postrado. En este Evangelio, podemos ver dos actitudes que contrastan entre sí: por un lado, la actitud misericordiosa del Hombre-Dios Jesucristo, quien se inclina ante el sufrimiento humano y le concede la curación, sin merecimiento alguno por parte del hombre, demostrando así la gratuidad del amor misericordioso de Dios para con los hombres; por otro lado, el Evangelio muestra el sórdido cinismo de los fariseos, a quienes no les importa que Jesús haya curado a alguien que sufría desde hacía años, sino que llevados por un legalismo religioso carente de toda compasión, critican a Jesús por haber llevado a cabo su obra de misericordia en un día sábado: “Los judíos perseguían a Jesús, porque hacía estas cosas en sábado”. Esto demuestra que la persecución a Jesús está motivada no porque Jesús haya cometido delito alguno –lo cual, por otra parte, era imposible de toda imposibilidad que sucediera-, sino porque le tenían envidia y celos, ya que los ponía en evidencia en su vacía religiosidad.

Por último, el hombre postrado por la enfermedad es figura del hombre postrado por el pecado, que no solo le quita fuerza vital al alma, sino que llega incluso a darle muerte, cuando se trata de un pecado mortal. La curación de Jesús, en este sentido, prefigura y anticipa la curación que la gracia santificante obra en el alma: así como Jesús cura el cuerpo del hombre enfermo, así la gracia santificante, que viene a nosotros por los sacramentos –sobre todo la Eucaristía y el Sacramento de la Penitencia-, cura al alma, quitándole el pecado y concediéndole la participación en la vida de la Santísima Trinidad.

“Toma tu camilla y anda”. Toda vez que nos acercamos al Sacramento de la Penitencia, Jesús realiza para con nosotros un milagro infinitamente más grandioso que el simplemente devolvernos la salud corporal, ya que lo que nos devuelve es la salud del alma, quitando nuestros pecados y dándonos una vida nueva, haciéndonos participar de la vida de la Santísima Trinidad.

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