jueves, 4 de marzo de 2021

“El que cumpla los Mandamientos será grande en el Reino de los cielos”


 

“El que cumpla los Mandamientos será grande en el Reino de los cielos” (Mt 5, 17-19). De esta frase de Jesús se desprenden dos enseñanzas: por un lado, quien cumpla los Mandamientos de la Ley de Dios, recibirá una gran recompensa, pero no en esta vida terrena, sino en la vida eterna: “será grande en el Reino de los cielos”. Por otra parte, nos enseña que los Mandamientos están para ser cumplidos y que, trascendiendo esta vida terrena y el tiempo humano, son el medio para conquistar el Reino de Dios. 

Ahora bien, lo que debemos comprender es que si Dios da los Mandamientos, no es para que los aprendamos de memoria para aprobar el examen de Primera Comunión y luego archivarlos en la memoria por tiempo indeterminado: si Dios da los Mandamientos, es para que estos se graben a fuego en nuestras mentes y corazones y así constituyan la guía o el faro que nos iluminen el camino que conduce al Reino celestial. Lamentablemente, para muchos católicos, los Mandamientos son sólo una lección a la que hay que aprender de memoria para recibir la Primera Comunión, pero luego los olvidan ahí, en la memoria, por tiempo indeterminado, sin permitir que los Mandamientos sean la luz y la guía de sus vidas. No es indiferente seguir o no seguir los Mandamientos: sin los Mandamientos, el hombre es como un ciego, que no puede encontrar el camino que no solo lo salva de la perdición, sino que le abre las puertas del Reino de Dios; sin los Mandamientos, el hombre es como un enfermo que agoniza y muere, porque muere una doble muerte, la muerte terrena y la muerte eterna. Sin los Mandamientos, el ser humano está irremediablemente perdido, porque por su razón y por su voluntad, heridas por el pecado original, aunque vea el bien y lo desee, no puede llevarlo a cabo y así su alma se pierde irremediablemente.

“El que cumpla los Mandamientos será grande en el Reino de los cielos”. Muchos, tanto dentro como fuera de la Iglesia, culpan de legalistas a quienes sostienen que los Mandamientos deben ser cumplidos –se entiende que “vividos”- si se quiere ganar el Reino de Dios. Sin embargo, al hacer esto, al calificar de legalistas a quienes, a pesar de sus pecados y debilidades, desean vivir los Mandamientos, están acusando, en el fondo, al mismo Dios Uno y Trino de legalista, puesto que en definitiva es Dios Trinidad quien nos dio los Mandamientos de su Ley. 

Por último, si en el orden humano y natural las leyes deben ser cumplidas –a nadie se le ocurriría quebrantar la ley de vialidad que impide circular en contramano por una ruta de alta velocidad, por ejemplo-, mucho más debe ser cumplida la Ley de Dios, puesto que en su cumplimiento está en juego nada menos que la eterna salvación del alma.

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