sábado, 6 de marzo de 2021

“El Hijo del hombre tiene que ser levantado en lo alto, para que todo el que crea en Él tenga vida eterna”

 


(Domingo IV - TC - Ciclo B – 2021)

“El Hijo del hombre tiene que ser levantado en lo alto, para que todo el que crea en Él tenga vida eterna” (Jn 3, 14-21). Jesús profetiza sobre su crucifixión, ya que ser “levantado en lo alto”, significa precisamente eso, la crucifixión en el Monte Calvario. Esta crucifixión, por dolorosa que sea, es necesaria para que Él, desde la Cruz, infunda su Espíritu y del Padre, el Espíritu Santo sobre las almas que se arrodillen ante la Cruz, para así concederles el don de la fe y sobre todo la vida eterna, la vida misma de la Trinidad.

Para hacer más clara su profecía, Jesús trae a la memoria el episodio de Moisés en el desierto, en el que levantó a la serpiente de bronce en alto para así lograr la curación del Pueblo Elegido. No es por casualidad que Jesús trae a la memoria este suceso, porque en él hay un anticipo y una prefiguración de lo que habría de suceder con Él en su misterio pascual. En este episodio, un gran número de serpientes aparece en el desierto y comienza a atacar al Pueblo Elegido, hiriendo de gravedad a muchos y matando a otros; por orden de Dios, Moisés construye una serpiente de bronce y, siempre siguiendo las órdenes divinas, la levanta en alto para que todo el que la mire a la serpiente de bronce, sea curado del veneno de las víboras. Esto es lo que sucede realmente y así puede ser conjurado el peligro mortal de las serpientes, porque todo el que después de ser mordido por las serpientes y miraba a la serpiente de bronce, experimentaba la curación. La totalidad del suceso es una prefiguración y un anticipo del misterio pascual de Muerte y Resurrección de Jesucristo: Moisés, que guía al Pueblo Elegido por el desierto hacia la Tierra Prometida, representa a Jesucristo, quien guía al Nuevo Pueblo Elegido, los bautizados en la Iglesia Católica, en el desierto de la historia y el tiempo humanos, hacia la Nueva Jerusalén, la Jerusalén celestial; el Pueblo Elegido es prefiguración del Nuevo Pueblo Elegido, el Cuerpo Místico de Cristo, los bautizados en la Iglesia Católica; las serpientes que atacan con su veneno mortal a los integrantes del Pueblo Elegido, provocando graves heridas e incluso la muerte, son representaciones de los demonios, de los ángeles caídos, quienes muerden espiritualmente el corazón de los hombres y les instilan el veneno del pecado –la lujuria, la ira, la pereza, la avaricia, etc.-, provocando la muerte espiritual del bautizado; la serpiente de bronce, construida por Moisés y luego levantada en alto, que por el poder divino concede la salud a quienes han sido mordidos por las serpientes, es prefiguración de Nuestro Señor Jesucristo quien, elevado en la Cruz en el Monte Calvario, concede el don del Espíritu Santo, mediante la efusión de su Sangre, a todo aquel que, de rodillas ante la Cruz, lo contempla a Él crucificado y cubierto de heridas, recibiendo a cambio de la contemplación la curación del alma y el don de la fe en Él como Hombre-Dios, así como la gracia, que lo hace partícipe de la vida eterna, de la vida misma de la Trinidad.

“El Hijo del hombre tiene que ser levantado en lo alto, para que todo el que crea en Él tenga vida eterna”. El episodio de la serpiente de bronce de Moisés, que elevada en lo alto cura a los que han sido mordidos por las serpientes venenosas del desierto, es prefiguración de la Crucifixión de Nuestro Señor Jesucristo, quien elevado a lo alto en la Cruz, infunde su Espíritu Santo a las almas por medio de su Sangre y no solo les restablece la vida, quitando el pecado, sino que concede al alma el don de la fe y de la vida eterna. Por esto mismo, cada vez que nos postramos ante Cristo crucificado –o también ante su Presencia Sacramental, la Sagrada Eucaristía-, recibimos la efusión del Espíritu Santo que, brotando de su Corazón y siendo vehiculizado por su Sangre, nos concede, en anticipo, viviendo todavía en la tierra, en el tiempo y en la historia, la vida eterna, la vida misma de Dios Uno y Trino, porque así se cumplen las palabras de Jesús: “El Hijo del hombre tiene que ser levantado en lo alto, para que todo el que crea en Él tenga vida eterna”.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario