“Si
no creen que Yo Soy, morirán en sus pecados” (Jn 8, 21-30). Jesús revela explícitamente la necesidad imperiosa de
creer en Él para salvar el alma de la eterna condenación. En otras palabras,
quien quiera evitar la eterna condenación en el Infierno y quien quiera
ingresar en el Reino de Dios, tiene que creer en Él, ya que no hay otro camino
posible. Ahora bien, el Jesús en el que hay que creer no es el Jesús de los
hebreos –para quienes Jesús era un blasfemo-, ni el Jesús de los protestantes –para
quienes Jesús es sólo un hombre santo, un hijo de Dios muy cercano a Él, pero
solo un hombre-, ni tampoco el Jesús de los musulmanes –para quienes Jesús es
sólo un profeta más entre tantos: el Jesús en el que hay que creer es el Jesús
de la Iglesia Católica, definido por el Magisterio de la Iglesia como
Hombre-Dios, como Dios Hijo encarnado, como el Verbo de Dios encarnado, como la
Segunda Persona de la Trinidad que une a Sí, hipostáticamente –a su Persona
divina-, la naturaleza humana de Jesús de Nazareth.
Este
Jesús católico, definido como Dios Hombre por el Magisterio y la Tradición de
la Iglesia Católica, tiene su fundamento bíblico, ya que se fundamenta en las
mismas palabras de Jesús, quien se nombra a Sí mismo como Dios. En efecto,
Jesús se aplica para sí el Nombre propio con el que los hebreos conocían a
Dios: el “Yo Soy”. Jesús se auto-proclama como el Dios de los hebreos cuando
dice: “Si no creen que Yo Soy”. En otras palabras, Jesús utiliza el Nombre
sagrado, el “Yo Soy”, utilizado por los hebreos para nombrar a Dios, a Sí
mismo, con lo cual está revelando que Él es ese Dios en el que los hebreos
creen. Es como si Jesús dijera: “Si no creen que Yo Soy Dios, entonces morirán
en sus pecados”. Por lo tanto, para “no morir en el pecado” –y consecuentemente,
para evitar el Infierno- y para salvar el alma –para ingresar en el Reino de
los cielos-, es necesario creer que Cristo es Dios, es el “Yo Soy” de los
hebreos, que se ha encarnado, como Segunda Persona de la Trinidad, en la
Humanidad Santísima de Jesús de Nazareth.
“Si
no creen que Yo Soy, morirán en sus pecados”. Lo mismo que Jesús les dice a los
hebreos, nos lo dice a nosotros, los católicos: “Si no creen que Yo Soy Dios en
la Eucaristía, morirán en sus pecados”. Es decir, nosotros no sólo tenemos que
creer que Cristo es Dios encarnado, sino que además debemos creer que Él
prolonga su Encarnación en la Eucaristía, por eso para nosotros, la Eucaristía
es Dios Hijo encarnado, que prolonga su Encarnación en la Eucaristía. Si no
creemos en esta verdad de fe, revelada por el Magisterio y la Tradición de la
Iglesia, nos condenaremos irremediablemente.
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