(Ciclo
B – 2021)
El Viernes Santo es un día de luto para la Iglesia Católica,
porque muere en la Cruz Aquel que es su Roca basal, su fundamento, su razón de
ser y existir: Cristo Jesús, el Hombre-Dios. Sin Jesucristo, la Iglesia no
tiene razón de existir; sin Jesucristo, el sacerdocio ministerial pierde todo
su poder y todo su significado; sin Jesucristo, no hay sacramentos y por lo
tanto no hay gracia santificante para los hombres. La postración del sacerdote ministerial ante el altar, en el inicio de la celebración litúrgica del Viernes Santo, simboliza la muerte simbólica del sacerdocio ministerial, al morir en la Cruz el Sacerdote Sumo y Eterno, Jesucristo: sin el Sumo y Eterno Sacerdote, el sacerdocio ministerial carece de poder, de sentido y de significado.
El Evangelio narra que luego
de agonizar durante tres horas en medio de dolores indescriptibles,
inimaginables, inenarrables, desde las doce del mediodía hasta las tres de la
tarde, Jesucristo, dando un fuerte grito, expira y entrega su espíritu al
Padre. Si se observa esta escena solo con la razón humana, sin el auxilio de la fe, su muerte parece ser la mayor derrota de Dios Padre, del Espíritu Santo y del Hombre-Dios Jesucristo: con su muerte en cruz, todo parece perdido,
todo parece terminado. Parece la derrota de Dios Padre, porque la Encarnación
del Verbo tenía el objetivo preciso de salvar a la humanidad y ahora el Verbo
Encarnado aparece crucificado sobre la Cruz del Calvario, sin vida, derrotado,
rodeado de enemigos; parece la derrota de Dios Espíritu Santo, el Divino Amor,
porque como consecuencia de la Encarnación del Verbo de Dios, Éste habría de
infundir su Espíritu Santo sobre los hombres, para convertir los corazones de
piedra de los hombres en corazones de carne, llenos del Divino Amor y ahora,
que está muerto Jesús, esa efusión del Espíritu Santo parece imposible, con lo
que el odio humano y satánico parece haber prevalecido por sobre el Amor de
Dios; parece la derrota de Dios Hijo, porque sus enemigos, por medio de
mentiras y calumnias de todo tipo, lograron apresarlo, enjuiciarlo inicuamente y
condenarlo a muerte y lograron también darle muerte de cruz y por eso ahora más
que nunca, en el Calvario, parece que Jesucristo ha fracasado en su empresa de
salvar a los hombres, porque Él mismo está muerto, rodeado de enemigos y
asistido solo por su Madre, la Virgen de los Dolores.
Sin
embargo, la derrota de Dios Uno y Trino es sólo aparente y en realidad, puesto que la luz de la fe nos dice algo distinto: la
muerte de Cristo en la cruz representa el más rotundo e impresionante y
definitivo triunfo por sobre todos los enemigos de Dios Trino y de los hombres. La muerte
de Cristo en la cruz es el triunfo magnífico de Dios Padre, porque su plan de
salvación se concreta con el derramamiento de Sangre de su Hijo, el Cordero de
Dios, Sangre que cayendo sobre las almas de los hombres les quitará el pecado y
les concederá la gracia santificante y los convertirá en hijos adoptivos de
Dios Padre; la muerte de Cristo en la cruz es el triunfo más rotundo de Dios
Espíritu Santo, el Amor de Dios, que es efundido sobre las almas y el mundo
entero por medio de la Sangre del Cordero, a través de sus heridas abiertas y
por medio de la herida de su Costado traspasado y así el Amor y la Misericordia
Divina se derraman como un océano infinito de amor divino que inunda a las
almas y al mundo entero, haciendo desaparecer para siempre el odio de los
corazones humanos y llenándolos del Amor de Dios; la muerte de Cristo en la
cruz representa el triunfo más grandioso del Hombre-Dios Jesucristo, porque
aunque aparece rodeado de enemigos, su muerte constituye la derrota definitiva,
para siempre, de los tres grandes enemigos de la humanidad: el Demonio, el
Pecado y la Muerte y así Jesús, que parece derrotado en la cruz, es en realidad
el Vencedor Invicto y Eterno sobre los enemigos de Dios y los hombres.
El
Viernes Santo es día de luto para la Iglesia Católica, porque muere en la cruz
el Hombre-Dios Jesucristo, su fundamento, su razón de ser y existir, pero es
también un día de esperanza, porque es el día en el que las tinieblas
vivientes, los ángeles caídos, que parecen haber triunfado en apariencia, en
verdad han sido derrotadas para siempre; es un día de esperanza porque el Hombre-Dios ha derrotado para siempre a la Muerte y al Pecado y con su Sangre Preciosísima nos ha abierto las Puertas del Reino de los cielos.
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