“Te
queremos apedrear porque siendo hombre te haces Dios” (Jn 10, 31-42). El argumento dado por los judíos para justificar el
intento de asesinato de Jesús –lo querían lapidar, es decir, apedrearlo hasta
la muerte-, revela dos verdades: por un lado, la inmensa ceguera espiritual de
los judíos –ceguera que, por otra parte, es voluntaria, porque viendo se niegan
a creer-, que intentan matar a Jesús por el simple hecho de revelarles que Él
es Dios Hijo encarnado; por otro lado, estas palabras de los judíos ponen de
manifiesto la Verdad acerca de Dios y su Mesías: Dios había prometido en
repetidas ocasiones la llegada del Mesías, que habría de liberar al Pueblo
Elegido de su esclavitud, pero no estaba revelado explícitamente que ese Mesías
no sería sólo un profeta más, ni un hombre santo, sino el mismo Dios en Persona
y ahora, que los judíos lo tienen frente a ellos mismos, se niegan a
reconocerlo como al Dios en el que ellos creían y pretenden matarlo. Con sus
palabras, los judíos manifiestan su propia incredulidad: “Siendo hombre, te
haces Dios”. Es decir, ellos veían a Jesús de Nazareth, un hombre, y le
llamaban “el hijo del carpintero”, “el hijo de María”, con lo cual lo
consideraban sólo un hombre y nada más que un hombre. Pero cuando Jesús les
dice que Él es Dios, aplicándose a Sí mismo el Nombre sagrado con el cual los
judíos nombraban a Dios –“Yo Soy”-, entonces lo tratan de blasfemo –“te haces
pasar por Dios”- y pretenden matarlo. Esta ceguera de los judíos es voluntaria,
porque como el mismo Jesús les dice, si no le creen a Él, crean al menos en sus
obras –sus milagros-, porque sus obras dan testimonio de que Él es Dios, ya que
esas obras, esos milagros, sólo pueden ser hechos por Dios.
“Te
queremos apedrear porque siendo hombre te haces Dios”. Así como un pecado
conduce a otro pecado, así la voluntaria ceguera de no querer ver los milagros
de Jesús como hechos por Dios en Persona, los conduce inevitablemente a negar a
Jesús su condición de Hijo de Dios y a considerarlo sólo un hombre que, por
añadidura, es blasfemo, al hacerse pasar por Dios. Esta ceguera no es neutra:
conducirá a los judíos a una ceguera cada vez más grande, al punto de lograr su
objetivo, por medio de calumnias e injurias, condenar a muerte en cruz a Jesús.
Ahora bien, como de todo se puede tomar una lección, aprendamos nosotros a
reconocer el error de los judíos, para no cometer el mismo error y no neguemos
nunca la condición de Cristo como Dios Hijo encarnado, que prolonga su Encarnación
en la Eucaristía.
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