“Las
obras que hago dan testimonio de Mí” (Jn
10, 22-30). Los judíos insisten en preguntar a Jesús si Él es el Mesías y Jesús
les responde, invariablemente, de la misma manera: Él es el Mesías, el
Salvador, el Redentor de la humanidad y la prueba de que Él es quien dice ser,
son sus obras, es decir, sus milagros: “Las obras que hago dan testimonio de Mí”.
En otras palabras, si alguien se presenta como el mesías de la humanidad, ese
alguien tendría que hacer obras propias de un mesías: si las hace, es prueba de
que es el mesías; si no las hace, es solo un embaucador. Jesús da pruebas más
que suficientes para certificar que Él quien dice ser: el Mesías anunciado
desde la Antigüedad, porque sólo Él puede hacer obras propias de Dios:
resucitar muertos, curar toda clase de enfermos, expulsar demonios, multiplicar
panes y peces.
La
controversia suscitada entre los judíos en tiempos de Jesús, continúa hoy, a
dos mil años de distancia, porque muchos, a pesar de los milagros realizados por
Jesús, no creen en Él. Es así que, por ejemplo, en las grandes religiones
monoteístas, como el protestantismo, el judaísmo y el islamismo, no creen en
Jesús como el Mesías y cada una de estas religiones, a su vez, está todavía
esperando la llegada del Mesías, una llegada que evidentemente no ocurrirá,
pues el Mesías ya vino por primera vez y es Jesús de Nazareth y volverá, sí,
nuevamente, por segunda vez, pero esta vez para juzgar al mundo. Como una
muestra de la persistencia de los judíos en negar a Jesús como el Mesías, hay
en estos días un grupo de rabinos ultra-ortodoxos que se están preparando para
coronar al que ellos llaman el mesías, el cual será, por supuesto, un falso
mesías, un anti-cristo.
“Las
obras que hago dan testimonio de Mí”. Así como los milagros de Jesús dan
testimonio de que Él es el Verdadero Mesías que debía venir al mundo, así
también las obras que hace la Iglesia Católica dan testimonio de que es la
única Iglesia verdadera del Dios verdadero. De entre todas las obras milagrosas
que hace –los sacramentos, que dan la gracia-, la obra más grande que testimonia
que la Iglesia Católica es la Iglesia de Dios es la Eucaristía, porque la
conversión del pan y del vino en el Cuerpo y la Sangre del Cordero es un
milagro que sólo puede ser hecho por el poder, la sabiduría y el amor divinos y
la Iglesia Católica es la única que puede hacerlo. Aún así, muchos todavía
dudan de que la Iglesia Católica sea la Verdadera Iglesia del Dios Verdadero,
así como muchos todavía dudan, a pesar de sus milagros, de que Jesús sea el
Mesías, el Salvador de los hombres.
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