(Domingo
IV - TP - Ciclo B – 2021)
“Yo Soy el Buen Pastor” (Jn
10, 11-18). Jesús se aplica a Sí mismo el título de “Buen Pastor”. Utiliza una
imagen sencilla, rural, humilde, conocida por todos en su tiempo y también en
todos los tiempos, pues el oficio de pastor ha existido desde que existe la humanidad.
Pero además de identificarse como Buen Pastor, Jesús da las características de
este Buen Pastor: da la vida por sus ovejas; conoce a sus ovejas y ellas lo
conocen y por último, tiene otras ovejas que no son de este redil, pero que también
son suyas.
El Buen Pastor “da la vida por sus ovejas” y esto es así,
porque Jesús, Buen Pastor, Sumo y Eterno Pastor, se inmola en el Santo Sacrificio
de la Cruz, en el Calvario, ofreciendo su vida de Hombre-Dios para salvar a los
hombres pecadores, evitándoles la eterna condenación.
El Buen Pastor “conoce a sus ovejas y sus ovejas lo conocen
a él” y esto es así, porque así como en la realidad, las ovejas reconocen y
obedecen a la voz de su pastor, así las almas reconocen la Voz de Jesucristo en
la Ley de Dios, en el Magisterio de la Iglesia, en los dogmas, en las
enseñanzas de los santos, de los mártires, de los Padres de la Iglesia. Las ovejas
no reconocen la voz de falsos pastores –como por ejemplo, Judas Iscariote o
Lutero-, porque no reconocen la Voz de Dios en estas voces.
El Buen Pastor “tiene ovejas que no son de este redil, pero
que le pertenecen” y es así, porque las ovejas de otro redil son las almas que por
diversas circunstancias no están bautizadas y por lo tanto no pertenecen a la
Iglesia Católica, pero que igualmente están predestinadas a la eterna salvación
y por eso Jesús las alcanza con su gracia por fuera de la vía ordinaria de los
Sacramentos, por una vía extraordinaria, que no conocemos, pero las alcanza al
fin y al cabo y así las hace ingresar a su redil, cumpliéndose el dicho que afirma
que “fuera de la Iglesia no hay salvación”.
Ahora bien, además de describir las características del Buen
Pastor, Jesús revela, implícitamente, la existencia de dos grandes enemigos de
las ovejas: los malos pastores y el lobo teniendo cada una de estas figuras su
contrapartida en la realidad espiritual y sobrenatural de la Iglesia y el mundo
espiritual. Uno de los enemigos de las ovejas es el mal pastor o los malos
pastores: estos, que son “asalariados”, que “no son en realidad pastores ni
dueños” de las ovejas -precisamente porque son malos pastores, al revés del
Buen Pastor, que da la vida por sus ovejas-, por el hecho de no ser buenos
pastores sino asalariados, cuando aparece el lobo, dejan a las ovejas a la
merced de esta bestia sangrienta, siendo el lobo, en la realidad espiritual, el
Demonio, el Lobo infernal, que desea despedazar las almas con sus afilados
dientes y sus gruesas garras. El mal pastor, cuando ve venir al lobo, en vez de
defenderlas, las deja a merced del Demonio, sin importarles el hecho de que
estas habrán de perecer inevitablemente, porque no tienen forma de defenderse.
“Yo Soy el Buen Pastor”. Jesús en la Eucaristía es el Buen
Pastor, el Sumo y Eterno Pastor, que cada vez que se nos dona en la comunión,
nos refugia en el luminoso y santo redil de su Sagrado Corazón. Quienes
pertenecen al redil del Buen Pastor Jesucristo, lo reconocen en la voz del
Magisterio de la Iglesia, de la Tradición, de las Escrituras y de los Santos
Padres. Quienes no reconocen la Voz del Buen Pastor Jesucristo y se oponen a Él
y a sus enseñanzas, reflejadas en el Magisterio de la Iglesia y en los dogmas,
es porque escuchan y están familiarizados con la voz del Lobo infernal y no pertenecen
al Pequeño Rebaño del Hombre-Dios Jesucristo.
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