“Si
cumplen mis mandamientos, permanecen en mi amor” (Jn 15, 9-11). Los mandamientos de la Ley de Dios son mandamientos
de amor, destinados a que el alma viva en la paz y en el amor de Dios; quien
cumple los mandamientos, vive en la paz y en el amor de Dios; quien no los
cumple, no tiene ni paz ni amor y por eso mismo, no da paz a los demás y
tampoco da amor. Hay muchos movimientos laicistas –como por ejemplo, el
feminismo, el movimiento de apostasía- que están cargados de odio y de
resentimiento hacia Dios y hacia su Ley, cometiendo la más grande de las
injusticias, porque Dios es Amor Infinito –y por eso debe ser objeto de nuestro
amor- y porque su Ley es una Ley de amor –y por eso debemos observarla, si
queremos vivir en el amor de Dios-. Quien se opone a Dios y a su Ley de amor,
además de cometer una gran injusticia, entra en un círculo vicioso en el que el
odio y el resentimiento, hacia Dios y hacia el prójimo-, se vuelven cada vez
más profundos e intensos, hasta llegar a un punto de no retorno, que es el odio
y el resentimiento demoníacos. Los movimientos laicistas que rechazan la Ley de
Dios y a Dios que es su Autor, al rechazar al Amor de Dios, entran en una
espiral de odio que se vuelve cada vez más fuerte, porque al expulsar de sí
mismos al Amor de Dios, con el objetivo explícito de no cumplir su Ley, se
llenan en sus corazones con lo opuesto al Amor, que ellos rechazaron libremente
y es el odio. Este odio, que comienza siendo humano, crece cada vez más, hasta
el punto en que no se puede volver atrás y es cuando el hombre, odiando a Dios,
se hace cómplice y partícipe del odio satánico hacia Dios: en otras palabras,
si alguien odia a Dios, llegará un momento en que se acercará tanto al Demonio,
que éste le hará participar, indefectiblemente, de su odio angélico y demoníaco
hacia Dios. Es por esta razón que no da lo mismo, absolutamente hablando, de
que la Ley de Dios sea cumplida o no: quien la cumple, vive en el Amor de Dios;
quien no la cumple, no tiene paz, no da paz a los demás y en algún momento
comenzará a ser partícipe del odio demoníaco a Dios.
Cumplamos
la Ley de Dios, que es una Ley de Amor, y así nos aseguraremos de tener, en
nuestros corazones, al Dios del Amor, Jesús Eucaristía.
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