(Ciclo
B – 2021)
El Viernes Santo, Nuestro Señor Jesucristo, luego de ser
crucificado a las doce del mediodía y luego de pasar tres horas de larguísima y
dolorosísima agonía, muere en la cruz, dando un fuerte grito, “entregando su
espíritu al Padre”. En una de las Siete Palabras de Nuestro Señor pronunciadas
en el Calvario, Jesús se dirige a Dios Padre diciéndole: “Dios mío, Dios mío,
¿por qué me has abandonado?”. Jesús se dirige al Padre y le pregunta por qué lo
ha abandonado: ahora bien, esto no significa que en realidad Dios Padre lo
hubiera abandonado, porque en realidad nunca lo abandonó ya que eso era
imposible, siendo Jesús el Hijo de Dios desde la eternidad, pero lo que sí
sucedió es que el Padre, sin abandonar a Jesús en ningún momento, da la
apariencia como si en realidad lo hubiera abandonado y eso lo lleva a Jesús a
hacer esa pregunta. Jesús se siente abandonado, pero no porque Dios Padre lo
haya abandonado, sino porque permaneció al lado de Jesús, aunque no haya hecho
sentir su Presencia.
Sin embargo, si desde el cielo Dios Padre parece haber
abandonarlo a Jesús, en la tierra, en la cima del Monte Calvario, al pie de la
cruz, hay una persona que no abandona a Jesús ni por un segundo, desde que Jesús
es crucificado, hasta que muere en la cruz y así lo dice el Evangelio: “Junto a
la cruz de Jesús, estaban su Madre y la hermana de su Madre, María, mujer de
Cleofás y María Magdalena” (Jn 19,
25). La Santísima Virgen está de pie, llorando en silencio, al lado de la cruz,
porque el que muere en la cruz es el Hijo de su Corazón Inmaculado, Cristo
Jesús, el Redentor de los hombres. La Virgen está como Madre de Dios encarnado,
como Madre de Jesús de Nazareth; está al lado de su Hijo, así como las madres
están al lado de sus hijos cuando estos se encuentran sufriendo y mucho más,
cuando sus hijos están en trance de muerte. La Virgen está al lado de Jesús
porque su Hijo está muriendo en la cruz y para la Virgen, es como si estuviera
muriendo Ella misma en persona. Para la Virgen, el dolor de ver morir a su Hijo
Jesús es tan grande, que moriría de dolor, literalmente hablando, si el Amor de
Dios no estuviera manteniéndola con vida. Pero la Virgen no está solo
acompañando física y moralmente a su Hijo Jesús que muere en la cruz: Ella está
unida tan íntimamente a su Hijo Jesús, por el Amor del Espíritu Santo, que se
une a las intenciones de su Hijo al morir en la cruz y es la salvación y
redención de los hombres, de la humanidad. La Virgen participa –mística y
sobrenaturalmente- de la Pasión de Jesús y como la Pasión de Jesús es
redentora, por eso Él se llama “Redentor” y si la Virgen participa de su
Pasión, entonces Ella es “Corredentora”. El Misal Romano así lo da a entender
en la Misa de Santa María junto a la cruz, cuando dice en la Oración Colecta: “Dios
nuestro, tú quisiste que la Virgen Madre estuviera junto a la Cruz de tu Hijo
participando de su Pasión; protege y acrecienta en tu familia –la familia de
los hijos de Dios, la Iglesia Católica- los frutos de este sagrado misterio”.
¿Y cuáles son los frutos de este sagrado misterio? Los frutos de este sagrado
misterio son la salvación y la redención de los hombres, por eso, lo repetimos,
Jesús es Redentor y la Virgen es Corredentora. Y la Virgen es Corredentora porque
la Virgen participa de los dolores de su Hijo, que son dolores redentores, y
así lo afirma el Misal Romano, en la Oración Colecta alternativa: “Dios nuestro
(…) así como has querido que la Virgen Madre estuviera junto al Hijo moribundo
para participar de sus dolores (…)”. Es la misma Iglesia, con su Magisterio, la
que nos dice que la Virgen al pie de la Cruz es Corredentora, porque participa
de los dolores redentores de su Hijo Jesús.
Por último, también en la Antífona de entrada de la Santa
Misa de Santa María al pie de la Cruz, se revelan el motivo y el sentido de los
dolores de la Virgen al pie de la Cruz, que la confirman como Corredentora. El Misal
Romano, citando al profeta Baruc y poniendo la profecía en labios de la Virgen,
dice así: “Que nadie se alegre al verme viuda y abandonada por muchos. Estoy
desolada por los pecados de mis hijos, porque se desviaron de la Ley de Dios”.
La Virgen sufre, está desolada, por la Muerte de su Hijo Jesús, muerte que es
provocada por los pecados de los hombres y así como el sufrimiento de Jesús
crucificado expía por los pecados de los hombres y lo convierte en Redentor,
así los sufrimientos de la Madre de Dios al pie de la Cruz, la convierten en
Corredentora.
No hay comentarios:
Publicar un comentario