jueves, 22 de abril de 2021

“Yo Soy el Camino, la Verdad y la Vida”

 

“Yo Soy el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn 14, 1-6). Jesús está revelando a sus discípulos, de manera velada e implícita, el desenlace de su misterio pascual de Muerte y Resurrección: Él, a través de su muerte en Cruz, pasará de esta vida a la vida eterna, la vida del Reino de los cielos y lo hará para preparar una morada para cada uno de sus discípulos; una vez que lo haya llevado a cabo, regresará para llevar, a sus discípulos, a la Casa de su Padre, para que donde esté Él, estén todos los que lo aman. Los discípulos no entienden de qué está hablando Jesús, o mejor aún, lo entienden según el límite de la razón humana: piensan que Jesús irá a un lugar, tal vez un poco retirado de Jerusalén, en donde preparará una serie de casas o habitaciones, para luego regresar y llevar a sus discípulos a vivir en esta especie de “pueblo religioso”. Es decir, los discípulos piensan dentro de los límites del intelecto humano y son incapaces, por lo tanto, de superar esta estrechez natural de miras que tiene la razón humana en relación a los misterios sobrenaturales absolutos de Dios Uno y Trino. Jesús, como dijimos al principio, les está revelando su misterio pascual de Muerte y Resurrección, les está diciendo que morirá corporalmente, en la Cruz, para ascender glorificado al cielo, para allí preparar una morada para cada uno de sus discípulos y para regresar luego, al fin del mundo, con el objetivo de llevarlos a ese Reino de los cielos a quien lo ame, es decir, a quien haya deseado vivir y morir en gracia, cargando la Cruz de cada día, negándose a sí mismo y siguiéndolo a Él por el Camino Real de la Cruz, el Via Crucis. Jesús habla en un plano sobrenatural, divino, mientras que los discípulos entienden sus palabras en un plano terrenal, natural, humano y por eso no comprenden lo que Jesús les dice. Porque no entienden adónde va Jesús, es que Tomás dice: “Señor, no sabemos dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?”. Entonces Jesús simplifica la respuesta, revelando la esencia de su misterio salvífico: “Yo Soy el Camino, la Verdad y la Vida”. Si no saben el Camino –si no sabemos el Camino- que conduce al Reino de los cielos, lo único que debemos hacer es seguir a Jesús por el Camino Real de la Cruz, el Via Crucis, para morir al hombre viejo y nacer al hombre nuevo; si no sabemos cuál es la Verdad acerca de Dios y de nuestro destino final, Jesús es la Verdad Absoluta de Dios, encarnada en una naturaleza humana, que nos revela los secretos inaccesibles del Ser divino trinitario y el destino último de salvación al que estamos llamados; si no sabemos cuál es la Vida que hemos de vivir, lo que debemos hacer es alimentarnos del Cuerpo y la Sangre de Jesús, la Sagrada Eucaristía, para recibir la Vida Eterna de la Santísima Trinidad, que se nos dona en cada comunión eucarística.

“Yo Soy el Camino, la Verdad y la Vida”. Jesús les revela esta verdad a sus discípulos, aun antes de cumplir su misterio salvífico redentor, antes de pasar por la Pasión, la Muerte y la Resurrección. También a nosotros nos dice: “Yo Soy el Camino, la Verdad y la Vida”, pero nos lo dice habiendo ya atravesado su misterio salvífico en la Cruz, habiendo ya resucitado, habiendo ya ascendido a la Casa del Padre para prepararnos una morada. Jesús nos lo dice desde un lugar muy especial, desde el sagrario, desde la Eucaristía, porque Jesús en la Eucaristía es el Camino para ir al seno del Padre; es la Verdad Absoluta sobre Dios Uno y Trino; es la Vida Eterna de la Trinidad que se nos dona en cada comunión. Ningún cristiano –ningún católico- puede decir que “no sabe para qué está en esta vida”; ningún católico puede decir que “no sabe dónde va”, porque vamos hacia la Morada Santa, hacia la Jerusalén celestial, hacia el seno del Padre y el Camino, la Verdad y la Vida para alcanzar el objetivo de nuestro paso por la tierra es Jesús Eucaristía.

 

 

 

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