(Domingo
V - TP - Ciclo B – 2021)
“Yo Soy la Vid, ustedes los sarmientos” (Jn 15, 1-8). Jesús utiliza la imagen de
una viña con sus sarmientos, para describir la relación que existe entre Él y
sus discípulos, es decir, los miembros de su Iglesia. La imagen es elocuente en
cuanto a la relación de dependencia absoluta entre la vid y los sarmientos: si
los sarmientos permanecen unidos a la vid, reciben de esta su savia vivificante
y así no solo sobreviven, sino que dan fruto abundante, convirtiéndose en
racimos; si el sarmiento se separa de la vid, deja de recibir su savia, que era
lo que le daba vida y no solo no da fruto, sino que se separa de la vid, cae al
suelo y sólo sirve para ser quemado.
La imagen de la vid y los sarmientos es una metáfora de la
vida espiritual sobrenatural del cristiano: Cristo es la Vid Verdadera, porque
de Él brota la Savia vivificante, que es la gracia santificante, que da la vida
divina a los bautizados y no solo les da vida divina, sino que los hace
fructificar con frutos de santidad, porque los que permanecen unidos a Cristo,
reciben su gracia y la gracia es la que hace obrar obras meritorias para el
Cielo, obras de misericordia que obtienen para el alma los méritos de Cristo y
así esas obras se convierten en el pasaje que las conduce al Reino de Dios, el
seno de Dios Padre. Por el contrario, el sarmiento que se separa de la vid,
esto es, el bautizado que rechaza la gracia porque se aleja de los sacramentos
y prefiere vivir en el pecado, deja de recibir el flujo de vida divina que le
viene por esa savia celestial que es la gracia santificante y así no obra
ninguna obra meritoria para el Cielo; este sarmiento, así separado de la vid,
es decir, este bautizado, separado voluntariamente de la Vid que es Cristo, a
causa del pecado elegido libremente, si muere en estado de pecado mortal, es
arrojado al fuego del Infierno, a la eterna condenación, prefigurado este fuego
infernal en el fuego con el que es quemado el sarmiento que se desprende de la
vid, no da fruto y cae al suelo, seco y sin vida.
Entonces, la vid es Cristo, la savia es la gracia, los
sarmientos que dan fruto son los justos que permanecen unidos a Cristo por la
gracia y obran obras meritorias para el Cielo, y los sarmientos secos, que se
separan de la vid y no dan fruto y son arrojados al fuego, son las almas de los
bautizados que voluntariamente rechazaron a Cristo y su gracia, no dieron
frutos de obras de misericordia que le valieran el Cielo y en el momento de su
muerte fueron juzgados faltos de gracia y merecedores del lago de fuego eterno,
el Infierno.
“Yo
Soy la Vid, ustedes los sarmientos”. Lejos de ser una mera figura poética, o
una metáfora que evoca una unión meramente afectiva o emocional con Jesucristo,
la figura de la vid y los sarmientos evoca, firmemente, el destino de eterna condenación
en el Infierno, o de eterna felicidad en el Cielo, que cada alma elige por sí
misma en su paso por la vida terrena. Vivamos unidos a Cristo, Vid Verdadera,
por la gracia santificante que nos dan los sacramentos y así daremos frutos de
vida eterna, que nos harán merecedores de la felicidad eterna en el Reino de
los cielos.
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