“¿Con
qué podré comparar a esta gente?” (Mt
11, 16-19). Para dar una idea de lo que Dios piensa acerca de la humanidad,
Jesús pone como ejemplo a un grupo de jóvenes en la plaza, que son indiferentes
tanto a la alegría como a la tristeza. Es decir, les da lo mismo todo. Por ejemplo,
si les tocan música alegre, no cantan ni bailan; si les tocan canciones
tristes, no se afligen ni se ponen tristes. Para que entendamos la analogía,
Jesús hace referencia al Bautista, quien sería el que “toca música triste”,
porque ayunaba y vivía en el desierto, haciendo penitencia con el cuerpo y
porque hace esto, lo critican diciendo que “tiene un demonio”; luego, hace
referencia a Él mismo, hablando en tercera persona –“el Hijo del hombre”-, que
sería quien “toca música alegre” –porque viene a traer la alegre noticia de la
salvación-, pero a Jesús también lo critican, diciendo que es un “glotón” y “amigo
de publicanos y gente de mal vivir”, es decir, de pecadores –cuando Jesús ha
venido, precisamente, a buscar a los pecadores y no a los santos-. En otras
palabras, Jesús compara a “esta gente”, la humanidad, con un grupo de jóvenes
indiferentes, a los que les da lo mismo la tristeza que la alegría, el ayuno y
la penitencia que el comer y beber moderadamente. En realidad, se trata, además
de la humanidad, de ciertos católicos que buscan el pretexto que sea, para no
acudir a la Iglesia, para no frecuentar los Sacramentos y para, en definitiva,
no cambiar de vida, porque quieren seguir viviendo en el pecado y no quieren la
vida de la gracia. Es decir, a estos católicos, si se les propone una vida
austera y de penitencia, la rechazan, por considerarla demasiado dura; si se
les propone un camino un poco más suave, tampoco lo aceptan, porque critican a
los que están en ese camino. A estos católicos indiferentes, Dios no los puede
convencer de ninguna manera para que entren en la vida de la gracia, porque
todo lo que se les ofrece, lo critican. Lo que quieren, en realidad, es ser
indiferentes a la realidad de esta vida y es que estamos en esta vida para
salvar el alma de la eterna condenación y ganar el Reino de los cielos. Si somos
indiferentes a Jesús Eucaristía, que es la Salvación de Dios, caeremos, con
nuestra indiferencia, en el lago de fuego. No hay otra opción.
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