jueves, 10 de diciembre de 2020

“Alégrate, Llena de gracia, concebirás por el Espíritu Santo y darás a luz a Dios con nosotros”

 


(Domingo IV - TA - Ciclo B - 2020 – 2021)

         “Alégrate, Llena de gracia, concebirás por el Espíritu Santo y darás a luz a Dios con nosotros” (Lc 1, 26-38). En las palabras del Arcángel Gabriel dirigidas a María y del breve diálogo que se desarrolla entre ellos, se encuentra el fundamento de la Navidad según la Fe católica y está también la explicación del significado de cada una de las principales figuras del Pesebre de Belén.

En efecto, de estas palabras se deduce lo siguiente:

-el padre del Niño que nacerá en Belén no es San José, sino Dios Padre, porque es Dios Padre quien engendra, desde la eternidad, en su seno, a su Palabra y es el Amor del Padre, el Espíritu Santo, quien lleva a esta Palabra al seno virgen de María para que se encarne, para que se una a la Humanidad Santísima de Jesús de Nazareth; de esta manera, otra verdad que se revela es la paternidad del Niño de Belén: si el Padre del Niño de Belén es Dios Padre, entonces queda San José como lo que es, simplemente Padre adoptivo y no biológico del Niño Jesús;

-María, la Mujer a la que saluda el Ángel, es Virgen y es al mismo tiempo Madre de Dios: es Virgen porque lo que engendra no viene de parte de hombre alguno, sino de parte del Amor de Dios, el Espíritu Santo y es Madre de Dios porque lo que Ella engendra por obra del Espíritu Santo no es un niño humano más entre tantos, sino el Niño-Dios, es decir, la Persona de Dios Hijo que se hace Niño –embrión- sin dejar de ser Dios; también se deducen de las palabras del Ángel las características extraordinarias de María Santísima: es Virgen y “Llena de gracia”, lo que significa “Llena del Espíritu Santo”, Llena del Amor de Dios y no puede ser Plena del Divino Amor sino es Virgen en cuerpo y alma;

-el Niño que nacerá en Belén no es un niño humano, sino la Segunda Persona de la Trinidad, Dios Hijo encarnado y esto se deduce del nombre: el Niño de Belén será llamado “Emmanuel”, que significa “Dios con nosotros” y así ese Niño no es un ser humano más, sino el mismo Ser divino Trinitario que se oculta en la Humanidad del Niño Dios: en otras palabras, el mismo Dios Hijo que en cuanto Dios es Espíritu Puro e Invisible y es adorado por los ángeles en el cielo, es el mismo Dios que nace como Niño humano –sin dejar de ser Dios- en Belén, para ser contemplado por los hombres al hacerse visible y así ser adorado en la humanidad del Niño Dios, Jesús de Nazareth;

Por último, se revelan en estas palabras el inicio del plan de salvación de Dios Trino para los hombres, porque la Encarnación del Verbo no tiene otro objetivo que la auto-comunicación de Dios a los hombres por el Amor, para librar a los hombres de la tiranía del Demonio, del Pecado y de la Muerte y así conducirlos al Reino de los cielos y para conseguir este objetivo, Dios Hijo, que nacerá en Belén, Casa de Pan, entregará su Cuerpo y su Sangre en la Cruz, para luego darse cada vez, en cada Santa Misa, como Pan de Vida eterna, al donar su Cuerpo y su Sangre en cada Eucaristía.

“Alégrate, Llena de gracia, concebirás por el Espíritu Santo y darás a luz a Dios con nosotros”. Las palabras del Ángel se cumplen en la Virgen y el milagro de la Encarnación y Nacimiento del Verbo del Padre, Cristo Jesús, se continúan en la Santa Iglesia, en cada Santa Misa, por lo que no solo la verdadera fiesta de Navidad es la Santa Misa de Nochebuena, sino que sin la celebración de la Santa Misa de Nochebuena, la celebración de la Navidad carece de significado para el católico.

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