(Domingo
II - TA - Ciclo B - 2020 – 2021)
Adviento es tiempo de preparación para el encuentro con el Señor Jesucristo, tanto en su Segunda Venida gloriosa en los cielos, como en su Primera Venida en la humildad en Belén. Para estas dos Venidas del Señor es que hemos de prepararnos en Adviento y para saber cómo hemos de prepararnos, debemos saber cómo son las Dos Venidas de Nuestro Señor, por eso, vamos a hacer una breve comparación entre ambas Venidas.
En la Primera Venida,
en Belén, Jesús vino en la humildad de la carne, una carne que debía aparecer
como glorificada, pero cuya gloria Él ocultó para poder padecer la Pasión y así
apareció ante los ojos de los hombres, en su Primera Venida, como un Niño más
entre tantos, y luego como un Hombre más entre tantos, siendo como era el Niño
Dios y el Hombre-Dios; en la Segunda Venida, vendrá con su Humanidad resucitada
y glorificada, porque el esplendor de la gloria del Padre, que poseía desde la
eternidad, será manifiesto a los ojos de todos los hombres y así todos
reconocerán, en Jesús resucitado y glorificado, al Rey de la humanidad y al
Juez Supremo y Eterno.
En
la Primera Venida, Jesús vino indefenso, como un Niño recién nacido, que buscó
refugio en los brazos de su Madre Santísima, la Virgen María y padeció todas
las necesidades por las que atraviesa un niño humano, en todas las etapas de su
crecimiento, hasta la madurez; en la Segunda Venida, Jesús vendrá en la
plenitud perfecta de la edad, glorificado, no ya indefenso, sino al mando de
miríadas y miríadas de ángeles de luz, con San Miguel a la cabeza del Ejército
celestial, para dar combate y vencer al Príncipe de las tinieblas, a los
ángeles caídos y a los hombres malvados que al Ángel caído se asociaron.
En
la Primera Venida, Jesús, que a la vista de todos parecía un hombre más como
tantos, nació en la humildad de un Pesebre y sólo se enteraron de su Nacimiento
milagroso su Madre, su Padre adoptivo, San José, los Pastores y los Ángeles,
sin que el resto del mundo tuviera noticia de que había salvado el Redentor de
los hombres; ya de adulto y luego de cumplir su Predicación Pública de la Buena
Noticia, fue traicionado cobardemente, fue apresado vilmente, fue abandonado
por sus amigos y Apóstoles, fue acusado falsamente, fue condenado a muerte
injustamente, fue expulsado de la Ciudad Santa con la Cruz a cuestas y murió
crucificado en el Calvario; en la Segunda Venida, no vendrá como un hombre más
entre tantos, sino como el Hombre-Dios, resucitado y glorificado, al mando del
Ejército celestial, que derrotará para siempre al Pecado, al Demonio y a la
Muerte, arrojándolos al lago de azufre que arde por la eternidad, junto a los
ángeles caídos y a los hombres impenitentes; será visto por todos los hombres
de todos los tiempos, ya que toda la humanidad comparecerá ante Él, desde Adán
y Eva hasta el último hombre que haya nacido en el Último Día; si antes fue
juzgado y condenado injustamente, ahora será Él quien se presentará, no como el
Dulce Jesús Misericordioso, sino como el Justo Juez, implacable, que dará a
cada uno lo que cada uno se mereció libremente con sus obras: a los buenos el
Reino de los cielos, a los malos el Infierno eterno.
Si
en la Primera Venida el Rey Eterno ingresó en el tiempo humano para dar
comienzo a la plenitud de los tiempos, los tiempos en que se habría de anunciar
la Salvación y Redención a los hombres por su Sacrificio en Cruz, en la Segunda
Venida ingresará en el tiempo y en la historia de los hombres, desde la
eternidad, para dar fin al tiempo y a la historia humanas, dando por finalizado
este tiempo, esta tierra y estos cielos materiales y terrenos, que están bajo
el poder del Príncipe de las tinieblas, para inaugurar “los nuevos cielos y la
nueva tierra” y la eternidad divina, dando por finalizado el tiempo de la
Redención e iniciando el tiempo del Amor eterno para los bienaventurados que
vivieron en gracia y cumplieron sus Mandamientos e iniciando también el tiempo
sin fin del castigo eterno para los ángeles rebeldes y los hombres
impenitentes.
Si
en la Primera Venida los Ángeles de Dios cantaron, alegres, por el Nacimiento
del Salvador: “Paz en la tierra a los hombres de Buena Voluntad”, porque el
Nacimiento del Redentor inició una era de paz en las almas humanas, paz concedida
por la gracia divina de su Sagrado Corazón, en la Segunda Venida los Ángeles
temblarán ante la Ira de Dios, pues será llamado “Día de la Ira Divina”, ya que
Dios vendrá para poner fin a las iniquidades y maldades de los hombres que no
aceptaron su paz y su gracia y colmaron la tierra de maldades y perversidades.
Si
en la Primera Venida aconsejó con dulces palabras que obráramos la
Misericordia, corporal y espiritual, para con nuestros prójimos más
necesitados, para que así obtengamos misericordia, sin juzgarnos si lo hacíamos
o no, en la Segunda Venida pedirá cuenta de cada talento concedido, dando a los
que obraron la Misericordia el Reino de su Padre y enviando al Infierno eterno
a los que enterraron sus talentos, negándose a obrar el Bien, obrando el Mal y
siendo inmisericordiosos para con sus prójimos, cumpliendo así sus palabras: “El
que dio misericordia, recibirá misericordia; el que negó la misericordia, no
recibirá misericordia”.
Preparémonos
entonces para la Segunda Venida del Señor, para la Parusía, obrando la
misericordia corporal y espiritual para con nuestros prójimos, para que seamos
dignos de recibir misericordia el Día de la Ira de Dios y así seamos conducidos
al Reino de los cielos, en donde comenzaremos a vivir una Nueva Vida, la vida
de los hijos de Dios en la eternidad.
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