(Ciclo
B – 2020)
Una de las características que presentan los principales protagonistas del Pesebre de Belén -el Niño, la Madre y el Padre-, es que todos son reyes o descendientes de reyes. En efecto: el Niño, que es Dios Hijo, es Rey de cielos y tierra; su
padre adoptivo, San José, desciende de linaje real, del linaje de David; la
Virgen, que es también Reina de cielos y tierra, es descendiente de linaje
terrenal. Por lo tanto, podríamos suponer que siendo los tres miembros de la
Sagrada Familia reyes e hijos de reyes, el Niño Dios podría haber nacido en un
palacio magnífico, en un palacio majestuoso, ornamentado con mármoles, piedras
preciosas, plata y oro, aunque teniendo en cuenta quien es, Dios Hijo
encarnado, un palacio que fuera de oro y sólo de oro, sería para su majestad
igual que cenizas y barro. Teniendo en cuenta estas consideraciones, nos
preguntamos la razón por la cual Jesús, Rey de cielos y tierra, no nace en un
palacio real, o en su defecto, por qué no nace en una de las ricas posadas de
Belén, llenas de gente adinerada, bien iluminadas y con abundante espacio y comida,
sino que nace en un pobre portal, el Portal de Belén, ubicado en las afueras
del poblado y que era en realidad un establo para animales, un buey y un asno.
La
razón por la cual nace en el portal y no en un palacio, o que no nazca en las
posadas, no es que no se hubiera podido construir un palacio digno de este Rey,
ni que en las ricas posadas de Belén no hubiera lugar para la Virgen, San José
y el Niño: la razón por la que nace en el Portal de Belén es que el Portal de
Belén, oscuro y con animales, es figura del corazón humano sin Dios y con el
pecado: así como es el Portal de Belén, así es el corazón del hombre sin Dios y
su gracia: oscuro y sometido a las pasiones sin freno, representadas en las
bestias irracionales, el buey y el asno. Sin Dios, sin su Amor, sin su gracia,
el corazón humano es oscuro, frío, sin amor de caridad, tenebroso y dominado
por sus pasiones, que no pueden ser controladas por la razón y así lo dominan
por completo, siendo estas pasiones representadas, como dijimos, por el buey y
el asno, bestias carentes de razón.
Pero
la Presencia de Dios todo lo transforma y es así que el Portal de Belén, oscuro
y frío antes del Nacimiento, se ve envuelto en una luz brillantísima, como si
brillaran en él miles de soles juntos, cuando el Niño Dios nace; de la misma
manera, cuando la gracia entra en el corazón del hombre, el corazón se ilumina
con la Luz de Dios y con su Vida y así se convierte, de pobre Portal, en el más
rico y esplendoroso palacio. Y de la misma manera a como las bestias –el asno y
el buey- luego del Nacimiento, se comportan con toda mansedumbre y se acercan
al Niño para darle calor en la fría noche, así las pasiones del hombre, una vez
que está la gracia en su corazón, se vuelven mansas y son controladas por la
razón iluminada por la gracia. Ésta es la razón entonces por la que el Rey de
reyes, el Niño Dios, nace en el pobre Portal de Belén y no en palacio de oro.
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