“El
Reino de los cielos exige esfuerzo, y los esforzados lo conquistarán” (Mt 11, 11-15). Jesús nos revela dos
cosas: una, que no estamos destinados a los reinos de la tierra, sino al “Reino
de los cielos”, del cual los reinos de la tierra –los buenos reinos- son
figura; la segunda revelación es que ingresar al Reino de los cielos no es para
perezosos, sino para quienes se esfuerzan: “exige esfuerzo y los que se
esfuercen lo conquistarán”. De esto se sigue algo elemental: no es lo mismo esforzarse
para entrar en el Reino de Dios, que no hacerlo; no es lo mismo obrar para
recibir un mérito –un premio, el Reino de Dios-, que no hacerlo. Ahora bien, ¿de
qué esfuerzo se trata? No se trata de un esfuerzo económico, físico, o de
cualquier fuerza de la naturaleza humana o angélica: se trata de un esfuerzo
espiritual, llevado a cabo por la fuerza concedida por la gracia santificante y
que permite que el bautizado pueda realizar verdaderamente el esfuerzo que
implica conquistar el Reino de Dios. En efecto, no se puede conquistar el Reino
de Dios con fuerzas humanas y menos todavía cuando estas fuerzas están
contaminadas y debilitadas por el pecado original; no se puede conquistar el
Reino de Dios si no se lucha contra el pecado, contra la tentación, contra las
pasiones desordenadas y depravadas y la fuerza para salir triunfantes contra
todas estos obstáculos que nos impiden entrar en el Reino de Dios, viene de la
gracia santificante, brotada como de un manantial del Sagrado Corazón
traspasado en la Cruz y derramada como Amor Misericordioso por medio de los
Sacramentos de la Iglesia.
“El
Reino de los cielos exige esfuerzo, y los esforzados lo conquistarán”. ¿Quiénes
son los “esforzados” que conquistarán el Reino de Dios? Son los que acudan a
beber de las fuentes del manantial de Misericordia, el Sagrado Corazón de
Jesús, que derrama su Amor a raudales por medio de los Sacramentos de la
Iglesia. Cuanto más acudamos a los Sacramentos –sobre todo, Confesión y
Comunión Eucarística-, tanto más estaremos en grado de ingresar al Reino de
Dios.
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