“Mi
alma glorifica al Señor” (Lc 1, 46-56).
La Virgen entona el “Magnificat”, el poema con el cual glorifica a Dios y la
razón es la inmensidad de prodigios que Dios ha obrado en su alma. En el
Magníficat, además de una acción de gracias por los dones con los que Dios la
ha colmado, hay una descripción de la infinidad de perfecciones que hay en
Dios, con lo cual nos permite conocer un poco más a ese Dios a quien la Virgen
glorifica.
Ante
todo, es la virtud de la humildad –a la que se opone el pecado de soberbia, el
pecado luciferino por antonomasia- lo que atrae la mirada de Dios Trinidad
sobre el alma de María Santísima, quien se llama a sí misma “esclava”, siendo
como es, la Madre Virgen de Dios Hijo encarnado: “Mi alma glorifica al Señor/y
mi espíritu se llena de júbilo en Dios, mi salvador,/porque puso sus ojos en la
humildad de su esclava”.
Las
magníficas obras de gracia y de toda virtud con las que Dios ha adornado a
María Santísima, serán motivo de gozo y de admiración por parte de todas las
generaciones, que la llamarán “dichosa” por ser la Elegida del Señor: “Desde
ahora me llamarán dichosa todas las generaciones,/porque ha hecho en mí grandes
cosas el que todo lo puede”.
El
Nombre de Dios es Santo –en realidad, Tres veces Santo, porque Santo es el Padre,
Santo es el Hijo y Santo es el Espíritu Santo- y porque es Santo, es
Misericordioso, una misericordia que se derrama incontenible sobre generaciones
de generaciones de hombres que lo aman: “Santo es su nombre,/y su misericordia
llega de generación en generación/a los que lo temen”.
Dios
Uno y Trino, al tiempo que enaltece a los humildes –porque los humildes lo
imitan a Él, que es la Humildad Increada y participan de esta humildad-, “derriba
a los poderosos” de sus tronos, estén estos en el Cielo, como hizo con el Ángel
caído, a quien hizo precipitar desde lo alto del Cielo a lo más profundo del
Infierno, o estén en la tierra, porque humilló a favor de Israel a los reyes
poderosos terrenos que se oponían al Pueblo Elegido: “Ha hecho sentir el poder
de su brazo:/dispersó a los de corazón altanero,/destronó a los potentados/y
exaltó a los humildes”.
A
los que tienen “hambre y sed de justicia, los sacia y los colma de bienes, mientras
que a los soberbios y engreídos, pagados de sí mismos, son despedidos “con las
manos vacías”: “A los hambrientos los colmó de bienes/y a los ricos los
despidió sin nada”.
Dios
es Justicia Infinita, pero también es Misericordia Infinita y es en virtud de
esta misericordia que no olvida de su pueblo Israel, aun cuando éste sí lo olvide
y vaya en pos de ídolos y esta misericordia permanece para siempre, es eterna,
porque es eterno su Amor: “Acordándose de su misericordia,/vino en ayuda de
Israel, su siervo,/como lo había prometido a nuestros padres,/a Abraham y a su
descendencia,/para siempre’’.
Así
como la Virgen entona el Magnificat glorificando a Dios Uno y Trino por todos
los dones y gracias con que ha colmado su alma, así el alma en gracia debe
entonar también el Magníficat, porque estando en gracia, tiene el Sumo Bien,
que es Dios, en esta vida y en la eternidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario